20 dic 2012

Libro de los virreyes/ Sloterdijk, Peter


Los dirigentes de las expediciones globalizadoras, los virreyes, los almirantes y sus oficiales, junto con sus ideas religiosas llevan también en sí y fuera de sí, a la lejanía, sus ideales dinásticos. Las imágenes introyectadas de los mandantes regios, no de otro modo que sus retratos efectivos, se encargan de que la expansión en el espacio exterior, tanto en instantes críticos como en horas de triunfo, pueda vivirse como una emanación efectiva del centro personal del poder. Catando los responsables de empresas de descubrimiento regresan físicamente o se imaginan sentimentalmente de vuelta realizan gestos exteriores e interiores que confirman su pertenencia al origen europeo del poder. Su actuación es comparable con el comportamiento del rayo de luz platónico, que ha salido del centro para darse la vuelta tras llegar a su punto de reflexión y regresar a su fuente de emisión. En este sentido, todos los conquistadores y descubridores europeos leales están de camino como rayos ejecutivos de lejanos reyes-sol. Incluso los emisarios más rudos del imperialismo en el siglo XIX, los men on the spot, se sentirán portadores de luz al servicio de sus naciones. Si los agentes europeos se presentan como grandes portadores es también porque llevan hacia fuera el brillo dinástico mientras se apoderan de los tesoros de los nuevos mundos en actitud de peones recolectores. Se mueven en la corte de rayos de los sistemas patrios de majestad y todos sus descubrimientos permanecen la mayoría de las veces remitidos a salas de trono y panteones patrios. Lo que se ha llamado la explotación de las colonias testimonia sólo la forma más sólida de unión de los colonizadores a la patria; lo que vale especialmente para los españoles, que desarrollaron una complicada burocracia del pillaje, residuos de la cual pueden examinarse todavía hoy en el Archivo de Indias de Sevilla. El tema del arte del botín es tan antiguo como la globalización terrestre: a comienzos del siglo XVI se expusieron en Antwerpen piezas de oro de los aztecas, sin que nadie hubiera planteado siquiera la pregunta por su dueño legal; Alberto Durero contempló con sus propios ojos esas obras de un arte de otro mundo completamente diferente. 

Sin los iconos interiores de los reyes la mayoría de los dirigentes expedicionarios de la globalización temprana no habrían sabido para quién -excepto para sí mismos- tenían que conseguir sus éxitos; pero, sobre todo, no habrían experimentado a través de qué clase de reconocimiento podían saberse completados, justificados y transfigurados. Incluso las atrocidades de los conquistadores españoles en Sudamérica y Centroamérica son metástasis de la fidelidad a majestades patrias, que se hacen representar en el exterior con medios extraordinarios. Por eso el título de virrey no sólo tiene significado jurídico y protocolario, sino que es, a la vez, una categoría que llega psicopolíticamente al fondo de la Conquista misma. Quedaron sin escribir los libros de los virreyes. Por su causa los reyes europeos están presentes siempre y por doquier en las expansiones externas del Viejo Mundo, aunque ellos mismos nunca visiten sus colonias. Bajo imaginarios baldaquinos de majestad los conquistadores y piratas de los príncipes recaudan su botín; lo que envían a casa es ingresado por los tesoreros de los reyes como un impuesto irregular. En esos felices días de la globalización las riquezas provenientes de ultramar demostraron que el ancho mundo no sigue otra determinación que la de ser obligadamente tributario de las casas europeas. 

En cierto modo esto es verdad también para el rey de reyes espiritual, el Papa, que, como portador de la corona de tres pisos, quiso convertir su trono en una hipermajestad para el globo entero. Fueron sobre todo sus tropas de elite, los jesuitas, que por su cuarto voto están juramentados inmediatamente con el Papa como rey del ejército del catolicismo militante, quienes desde mitad del siglo XVI cubrieron el globo con una red de devoción al Papa y de consideraciones hacia Roma: con una internet de la sumisión más devota por parte de lejanías dispersadas del centro. De ahí toman su modelo las modernas sociedades de telecomunicación, que operan a escala mundial. El telefonazo está prefigurado en la teleoración por el Papa. Los jesuitas fueron el news group prototípico, que se comunicaba por su red específica de organización. También el resto de las órdenes misioneras, los franciscanos, los dominicos, los teatinos, los agustinos, las concepcionistas, las clarisas de la 1a y de la 5ta regla, las jerónimas, las canonesas, las carmelitas descalzas y muchas otras: todas ellas estaban comprometidas, por su relación con Roma, en el proyecto de aportar éxitos a la conquista espiritual. Su ambición era la de expandir por todas las partes del mundo una Commonwealth asesorada por el Papa. Sólo en el siglo XX tardío se le ocurrió al Papa la idea massmedialmente correcta de viajar a las provincias de su reino moral como embajador de su propio Estado; esto significa la irrupción del catolicismo en una carismocratía telemática sin tapujos: el camino romano a la Modernidad. 

Pero el hecho de que la telecomunicación católica, incluso antes de la época de la presencia real del Papa, no se las valiera sin mecanismos mágico telepáticos sigue las leyes de la comunicación metafísica en grandes cuerpos sociales. El cadáver del primer gran misionero jesuita en Asia, Francisco Javier, que había abierto India y Japón a la Iglesia romana, encontró en Goa su último lugar de reposo. El brazo derecho del santo, «cansado de bautizar a decenas de miles de personas», fue traído de regreso a Europa; todavía hoy se conserva en la iglesia madre de la Orden, II Gesú de Roma, como la reliquia más preciada de la globalización. 

Libro de los virreyes / Sloterdijk, Peter / El mundo interior del capital/ 2007

13 dic 2012

¿Tenían ombligo Adán y Eva? / Martin Gardner

Antiguo acertijo infantil.
¿Qué es lo que Adán y Eva nunca tuvieron, y sin embargo dieron dos a cada uno de sus hijos? RESPUESTA: Padres.



Si alguna vez se encuentra usted en compañía de un fundamentalista, puede provocar una divertida argumentación planteándole una sencilla pregunta: ¿tenían ombligos Adán y Eva? Para los que creen que la Biblia es históricamente exacta, ésta no es una pregunta trivial. Si Adán y Eva no tenían ombligo, no eran seres humanos perfectos. Pero si los tenían, entonces los ombligos implicarían un nacimiento con parto que ellos jamás experimentaron. 
Bruce Felton y Mark Fowler son los autores de The Best, Worst and Most Unusual (Galahad Books, 1994). En este interesante libro de referencia, dedican varios párrafos (pp. 146-147) a lo que ellos llaman «la peor disputa teológica». Para ellos, se trata del virulento debate que viene durando desde que se escribió el libro del Génesis y que versa sobre si la primera pareja humana tenía lo que sir Thomas Browne describía en 1646 como «esa tortuosidad o complicada nudosidad que solemos llamar el Ombligo». 

La opinión de Browne era que Adán y Eva, puesto que no tenían padres, debían poseer unos abdómenes perfectamente lisos. 
En 1752, según Felton y Fowler, se publicó en Alemania el tratado definitivo sobre el tema. Se titulaba Untersuchung der Frage: 

Ob unsere ersten Uraltem, Adam und Eve, ciñen Nabel gehabt. 

Tras discutir todos los aspectos de esta difícil cuestión, el autor, el doctor Christian Tobías Ephraim Reinhard, llegaba por fin a la conclusión de que la famosa pareja carecía de ombligo. Tal como nos cuentan Felton y Fowler, en algunos cuadros pintados en la Edad Media y el Renacimiento, Adán y Eva exhiben ombligos; en otros, no. En la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó a Adán siendo creado por el dedo de Dios, y la figura tiene ombligo. Casi todos los artistas de épocas posteriores siguieron el ejemplo de Miguel Ángel. En 1944, el antiguo enigma experimentó un hilarante resurgimiento en el Congreso de Estados Unidos. Un folleto de Asuntos Públicos titulado «The Races of Mankind» («Las razas humanas»), escrito por las antropólogas de la Universidad de Columbia Ruth Benedict y Gene Weltfish, llevaba unas ilustraciones muy graciosas de Ad Reinhardt. Tiempo después, Reinhardt se hizo famoso como expresionista abstracto, pintando lienzos completamente negros, azules o de otro color único. En uno de sus dibujos para el Folleto n.° 85 de Asuntos Públicos, Adán y Eva aparecían con sendos puntitos negros en el abdomen. 
Al congresista Cari T. Durham, de Carolina del Norte, y a su Comité de Asuntos Militares Nacionales, no les hizo ninguna gracia. Opinaban que la distribución del folleto gubernamental entre los soldados norteamericanos podía constituir un insulto para los que fueran fundamentalistas. Tal como explican Felton y Fowler, algunos cínicos sospecharon que lo que en realidad molestaba al congresista era una tabla que indicaba que los negros del Norte obtenían puntuaciones más altas que los blancos del Sur en las pruebas de inteligencia de la Fuerza Aérea. Yo sospecho que otro posible motivo para su oposición al folleto era que estaba convencido de que Weltfish era comunista, basándose en su negativa a declarar si era o no miembro del Partido Comunista. Años después, en 1953, Weltfish apareció mucho en la prensa por haber acusado a Estados Unidos de utilizar armas bacteriológicas en Corea. 

La antigua cuestión de los ombligos de Adán y Eva aparecía de manera destacada en uno de los libros más raros que jamás se han escrito. Dicho libro, escrito por un eminente científico que pretendía defender la exactitud del Génesis, se tituló Omphalos: An Attempt to Unite the Geological Knot («Onfalo: Un intento de atar el nudo geológico»), y se publicó en Inglaterra en 1857, dos años antes que El origen de las especies de Darwin. 

Omphalos es una palabra griega que significa «ombligo». Un bello mito de la antigüedad nos cuenta que Zeus, queriendo determinar el centro exacto de la Tierra —plana y circular—, hizo que dos águilas volaran a la misma velocidad desde los extremos de uno de los diámetros del círculo. Se encontraron en Delfos. Para señalar el punto, se colocó en el templo de Apolo en Delfos una pieza de mármol blanco, llamada la Piedra Onfalo, con un águila de oro a cada lado. La piedra aparecía representada con frecuencia en monedas y vasijas griegas, por lo general con forma de medio huevo. (Ver el detallado artículo de William P. Woodehouse «Omphalos», en la Enciclopedia de Religión y Ética de James Hastings.) El autor de Omphalos era el zoólogo británico Philip Henry Gosse (1810-1888), padre de sir William Edmund Gosse (18491928), célebre poeta y crítico inglés. Gosse padre era un fundamentalista de la secta Hermandad de Plymouth, y se daba cuenta de que los fósiles de animales y plantas indicaban la existencia de vida antes de los tiempos de Adán y Eva. Al mismo tiempo, estaba convencido de que todo el universo se había creado exactamente en seis días, aproximadamente cuatro mil años antes de Cristo. 
¿Existía algún modo de armonizar esta clara contradicción entre el Génesis y el registro fósil? A Gosse se le ocurrió lo que Jorge Luis Borges llamaría tiempo después una idea «de monstruosa elegancia». Si Dios había creado a Adán y Eva con ombligo, implicando un parto que jamás había tenido lugar, ¿no podía, con la misma facilidad, haber creado un registro de historia de la vida en la Tierra que jamás había existido, excepto en la Mente Divina? Gosse comprendió que no era una mera cuestión de ombligos. 

Adán y Eva tenían huesos, dientes, pelo, uñas y toda clase de órganos que contenían evidencias de un crecimiento anterior. Permítanme citar un pasaje de mi libro de 1952 Fads and Fallados in the Name of Science: 
Lo mismo ocurre con todas las plantas y animales. Tal como indica Gosse, los colmillos de un elefante revelan sus fases de crecimiento anteriores, el Nautilus añade cámaras a su concha, la tortuga añade láminas a sus placas, los árboles presentan los anillos anuales de crecimiento producidos por las variaciones estacionales. «Todo argumento —escribe Gosse— que permita al fisiólogo demostrar [...] que esta vaca fue antes un feto [...] se aplica exactamente con la misma fuerza para demostrar que la vaca recién creada fue un embrión años antes de la creación.» El autor desarrolla todo esto con abundantes detalles eruditos a lo largo de varios cientos de páginas, ilustradas con docenas de xilografías. 

En pocas palabras: si Dios creó la Tierra tal como se describe en la Biblia, debió crearla como una «empresa en funcionamiento». 

Una vez que se acepta esto como inevitable, no hay dificultad para ampliar el concepto para que incluya la historia geológica de la Tierra. La evidencia de la lenta erosión de la tierra por los nos, el plegamiento e inclinación de los estratos, las montañas calizas formadas por acumulación de restos de organismos marinos, la lava que fluyó de volcanes extinguidos hace mucho tiempo, las impresiones dejadas por los glaciares en la roca, las pisadas de animales prehistóricos, las marcas de dientes en huesos enterrados, y los millones de fósiles esparcidos por todo el planeta... todas esas cosas y otras muchas más dan testimonio de acontecimientos geológicos del pasado que en realidad nunca ocurrieron. 
«Se puede objetar —escribe Gosse— que suponer que el mundo se creó con esqueletos fósiles en su corteza —esqueletos de animales que en realidad nunca existieron— es acusar al Creador de haber dado forma a objetos cuyo único propósito era engañarnos. 

La respuesta es obvia. ¿Acaso los círculos concéntricos de un árbol creado se formaron sólo para engañar? ¿Las líneas de crecimiento de una concha creada sólo pretendían engañar? ¿El ombligo del Hombre creado tenía como único propósito engañarle para que creyera que había tenido padres?» Tan decidido está Gosse a abarcar todos los aspectos de la cuestión que incluso discute el hallazgo de coprolitos, o excrementos fósiles. Hasta ahora, escribe, «esto se ha considerado como una prueba más que convincente de la preexistencia». Sin embargo, añade, no ofrece más dificultad que la existencia indudable de materiales de desecho en los intestinos del recién creado Adán. La sangre debe haber fluido por sus arterias, y la sangre presupone quilo y quimo, que a su vez presuponen un residuo indigerible en los intestinos. «A primera vista, puede parecer ridículo... —confiesa— pero la verdad es la verdad.» La argumentación de Gosse es, a decir verdad, impecable. No es preciso renunciar a una sola de las verdades de la geología y, aun así, la armonía con el Génesis es completa. Tal como indica Gosse, podemos incluso suponer que Dios creó el mundo hace tan sólo unos minutos, con todas sus ciudades y registros, y con recuerdos en las mentes de las personas, y no existe una manera lógica de refutar esto como una teoría posible. 
No obstante, Omphalos no fue bien acogido. «Nunca un libro se lanzó al mundo con más expectativas de éxito que este curioso, este obstinado, este fanático volumen», escribió Gosse hijo en su libro Father and Son*. «Se lo ofreció por igual, con un gesto magnánimo, a los ateos y a los cristianos. [...] Pero, por desgracia, tanto los ateos como los cristianos lo miraron, se echaron a reír y lo tiraron [...] incluso Charles Kingsley, de quien mi padre había esperado la apreciación más instantánea, escribió que "no podía creer que Dios hubiera escrito en las rocas una enorme y superflua mentira". [...] Unas tinieblas frías y lúgubres se abatieron sobre nuestras tazas de té matutino.» Tal como indica Haroíd Morowitz en su artículo «Naveis of Edén» («Ombligos del Edén»), publicado en Science 82 (marzo de 1982), Philip Gosse era amigo de Thomas Huxley y fue aceptado en la Royal Society por sus trabajos sobre los rotíferos. Había conocido a Charles Darwin, y durante muchos años intercambió con él cartas amistosas en las que hablaban de cuestiones referentes a plantas y animales. «No hay ni una sola palabra sobre evolución ni sobre creación —escribe Morowitz— ni sobre la enorme brecha ideológica que separaba a los dos grandes naturalistas. Las cartas son pintorescas, educadas y muy británicas.» Uno de los poemas más conocidos de Edmund Gosse, «Bailad of Dead Cities» («Balada de las ciudades muertas»), termina con la siguiente estrofa: 

DESPEDIDA. 

Príncipe, con un doloroso e incesante toque a muerto, 
por encima de sus malgastados afanes y crímenes, 
las aguas del olvido se hinchan. 
¿Dónde están las ciudades de la antigüedad? 

Gosse podría haber escrito un poema acerca del modo en que las aguas del olvido disuelven, con mayor rapidez aún, obras disparatadas como la que escribió su padre para intentar explicar el registro fósil. 

Yo suponía que ningún creacionista actual podría tomarse en serio el Omphalos. ¡Pues me equivocaba! El 22 de marzo de 1987, el Des Moines Sunday Register publicó una carta del lector John Patterson, en la que argumentaba que la existencia de una supenova de un millón de años de antigüedad contradecía la idea de que Dios creó todo el universo hacia el año 4000 a.C. En el número de abril, la revista publicaba la siguiente respuesta de una tal Donna Lowers: 

Con respecto a la carta de John Patterson [...] sobre la supernova como hecho científico bien documentado: ¡pues claro que sí! Sin embargo, él no puede demostrar la evolución excepto mediante pruebas circunstanciales, y los creacionistas no pueden demostrar la creación excepto mediante la palabra de Dios. 

Ser cristiano exige un importante elemento llamado fe. [...] Sí, creo que Dios creó el mundo en seis días. También creo que en un solo día creó árboles ya crecidos que contenían anillos que cualquier científico aseguraría que llevaban allí años. Creó depósitos de petróleo en las profundidades de la tierra, que la naturaleza tardaría millones de años en procesar. Colocó fósiles acuáticos tierra adentro, y creó explosiones de estrellas para que nos maravillaran en el siglo xx. [...] Aunque pocos creacionistas actuales aceptan la tesis del Omphalos, hay una parte del argumento de Gosse que los creyentes en la Tierra joven invocan para explicar por qué la velocidad de la luz parece demostrar la existencia de galaxias tan alejadas de la Tierra que su luz ha tardado millones de años en llegar hasta nosotros. Insisten en que Dios creó el universo con la luz de estas lejanas galaxias ya en camino. A Gosse le habría encantado este argumento, si hubiera sabido que existían las galaxias. De hecho, a mí mismo me gusta más que la conjetura alternativa: que en el pasado la luz viajaba a una velocidad millones de veces mayor que la actual. 

En cuanto al problema de los ombligos, los actuales creacionistas de la Tierra joven, que creen que Dios creó a Adán a partir del polvo de la tierra, y a Eva de una costilla de Adán, guardan un extraño silencio con respecto a los ombligos de la pareja. También callan en lo referente a otros aspectos de la vida que implican historias pasadas. Por ejemplo: si se hubieran cortado los troncos de los árboles del Paraíso Terrenal, ¿se habrían encontrado anillos de crecimiento? ¿Cómo responderían a estas preguntas Jerry Falweil y otros tele evangelistas? Muchos cristianos liberales, tanto católicos como protestantes, aceptan ya la evolución de los cuerpos de los primeros seres humanos. Sin embargo, tal como recalcó el actual Papa en su reciente declaración de que la evolución es una teoría legítima, hay que insistir en que Dios infundió almas inmortales en Adán y Eva, almas que sus antepasados antropoides no poseían. Esta es actualmente la opinión de casi todos los principales pensadores católicos. Se impone creer que los primeros humanos, ya fueran dos o más de dos, fueron criados y amamantados por madres que eran animales sin alma. Una vez escribí un relato sobre esta cuestión, titulado «Los horribles cuernos» —me refería a los cuernos de un problema—, que se puede encontrar en la colección The No-Sided Professor (Prometheus Books, 1987). 

Los ombligos han sido tema de muchos chistes viejos, así que me van a permitir terminar esta columna en un tono jocoso. Hay quien dice que la principal utilidad del ombligo es para colocar la sal cuando uno está tumbado en la cama comiendo apio. Sin embargo, para los aristócratas es imprescindible: nobleza ombliga. 



8 dic 2012

El hombre duplicado / José Saramago


El hombre que acaba de entrar en la tienda para alquilar una película tiene en su documento de identidad un nombre nada corriente, de cierto sabor clásico que el tiempo ha transformado en vetusto, nada menos que Tertuliano Máximo Afonso. El Máximo y el Afonso, de uso más común, todavía consigue admitirlos, siempre dependiendo de la disposición de espíritu en que se encuentre, pero el Tertuliano le pesa como una losa desde el primer día en que comprendió que el maldito nombre podía ser pronunciado con una ironía casi ofensiva. Es profesor de Historia en un instituto de enseñanza secundaria, y la película se la ha sugerido un colega de trabajo, aunque previniéndole, No es ninguna obra maestra del cine, pero te entretendrá durante hora y media. Verdaderamente Tertuliano Máximo Afonso anda muy necesitado de estímulos que lo distraigan, vive solo y se aburre, o hablando con la exactitud clínica que la actualidad requiere, se ha rendido a esa temporal debilidad de ánimo que suele conocerse como depresión. Para tener una idea clara de su caso, basta decir que estuvo casado y ha olvidado qué lo condujo al matrimonio, se divorció y ahora no quiere ni acordarse de los motivos por los que se separó. A su favor cuenta que no hicieron de la desdichada unión hijos que ahora le vengan exigiendo gratis el mundo en una bandeja de plata, pero la dulce Historia, la seria y educativa asignatura de Historia para cuya enseñanza fue contratado y que podría ser su amable refugio, la contempla desde hace mucho tiempo como una fatiga sin sentido y un comienzo sin fin. Para temperamentos nostálgicos, en general quebradizos, poco flexibles, vivir solo es un durísimo castigo, pero tal situación, reconozcámoslo, aunque penosa, rara vez desemboca en drama convulso, de esos de estremecer las carnes y erizar el pelo. Lo que más abunda, hasta el punto de que ya no causa sorpresa, son personas sufriendo con paciencia el minucioso escrutinio de la soledad, …………………………………………………..entró en el dormitorio, abrió el cajón donde estaba la pistola. Introdujo el cargador en la corredera y colocó una bala en la recámara. Se cambió de ropa, camisa limpia, corbata, pantalones, chaqueta, los zapatos mejores. Se encajó la pistola en la correa y salió. 


1 dic 2012

Economía para principiantes / Alejandro Garvie/Sanyú



Desde los inicios de la vida gregaria, la economía ha sido el arte de producir, distribuir e intercambiar. Transformada en ciencia, a lo largo de la historia multiplico sus herramientas al fragor de la creciente complejidad de las sociedades. 

Economía para principiantes es una breve historia de la humanidad en clave económica. Ofrece una mirada comprensiva sobre el pensamiento económico de los antiguos griegos, la importancia del Derecho Romano, el pensamiento económico de Santo Tomas y de la Iglesia Católica, el orden feudal, el nacimiento del capitalismo, la economía soviética, el inicio y la crisis de la globalización, las teorías económicas y cosmovisiones de Adam Smith, David Ricardo, John Maynard Keynes, Milton Friedman…, las diferentes escuelas económicas y las consecuencias de las políticas que se han aplicado desde la crisis del 29 hasta el actual problema de la deuda externa de los países periféricos. 

El relato ágil y riguroso de ese devenir preparado por Alejandro N. Garvie y las potentes ilustraciones de Sanyú colocan al lector frente a un texto atrapante e ineludible para una aproximación a las sombras y los desafíos de la economía.


24 nov 2012

Jacques Rancière – El odio a la democracia


Las razones de un odio 

Podemos volver ahora a los términos de nuestro problema inicial: vivimos en sociedades y Estados que se llaman «democráticos» y se distinguen por este término de las sociedades gobernadas por Estados sin ley o por la ley religiosa. ¿Cómo comprender que, en el seno de estas «democracias», una intelligentsia dominante, cuya situación evidentemente no es desesperada, y que no aspira demasiado a vivir bajo otras leyes, acuse, día tras día, de todas las desgracias humanas, a un solo mal, llamado democracia? 

Pongamos las cosas en orden. ¿Qué queremos decir exactamente cuando decimos vivir en democracias? Estrictamente entendida, la democracia no es una forma de Estado. Está siempre más acá y más allá de estas formas. Más acá, como el fundamento igualitario necesario y necesariamente olvidado del Estado oligárquico. Más allá, como la actividad pública que contraría la tendencia de todo Estado a acaparar la esfera común y a despolitizarla. Todo Estado es oligárquico. El teórico de la oposición entre democracia y totalitarismo lo acepta fácilmente: «no se puede concebir régimen que, en algún sentido, no sea oligárquico». Pero la oligarquía da a la democracia más o menos lugar, es más o menos corroída por su actividad. En este sentido, las formas constitucionales y las prácticas gubernamentales oligárquicas pueden ser llamadas más o menos democráticas. Se toma habitualmente la existencia de un sistema representativo como criterio pertinente de la democracia. Pero este sistema es, en sí mismo, un compromiso inestable, una resultante de fuerzas contrarias. Tiende hacia la democracia en la medida en que se relaciona al poder de no importa quién. Desde este punto de vista, se pueden enumerar las reglas que definen el mínimo que permite declarar democrático a un sistema representativo: mandatos electorales cortos, no acumulables, no renovables; monopolio de los representantes del pueblo sobre la elaboración de las leyes; prohibición a los funcionarios del Estados de ser representantes del pueblo; reducción al mínimo de las campañas y las despensas de campaña, y control de la injerencia de las potencias económicas en los procesos electorales. Semejantes reglas no tienen nada de extravagante y, en el pasado, muchos pensadores o legisladores, las han examinado con atención, como medio de asegurar el equilibrio de los poderes, de disociar la representación de la voluntad general de la de los intereses particulares, y de evitar lo que consideraban el peor de los gobiernos: el gobierno de los que aman el poder y son diestros en apoderarse de él. Sin embargo, basta hoy enumerarlos para suscitar la hilaridad. A justo título: lo que llamamos democracia es un funcionamiento estatal y gubernamental exactamente contrario: elegidos eternos, que acumulan o alternan funciones municipales, regionales, legislativas o ministeriales, y que sujetan a la población por el lazo esencial de la representación; gobiernos que hacen las leyes por sí mismos; representantes del pueblo masivamente resultantes de una escuela de administración; ministros o colaboradores de ministros reubicados en empresas públicas o semi-públicas; partidos financiados por el fraude en los contratos públicos; hombres de negocios que invierten sumas colosales en la persecución de un mandato electoral; patrones de imperios mediáticos privados que se apoderan a través de sus funciones públicas del imperio de los medios públicos. En resumen: el acaparamiento de la cosa pública por una sólida alianza de la oligarquía estatal y de la oligarquía económica. Se comprende que los críticos del «individualismo democrático» no tengan nada que reprochar a este sistema predatorio de la cosa y del bien público. De hecho, estas formas de consumo excesivo de los empleos públicos no dependen de la democracia. Los males de los que sufren nuestras «democracias» son antes que nada los males ligados al apetito insaciable de los oligarcas. 

No vivimos en democracias.

16 nov 2012

EL CRIMINAL


Un hombre joven y fuerte, debilitado por el hambre, se encontraba sentado en la acera con la mano extendida hacia los transeúntes, mendigando y repitiendo la triste canción de su derrota en la vida, sufriendo el hambre y la humillación. 
Al caer la noche, resecos los labios y la lengua, su mano aún estaba tan vacía como su estómago. 
Con las pocas fuerzas que le quedaban logró salir de la ciudad y sentarse bajo un árbol a llorar amargamente. Entonces elevó los perplejos ojos al cielo mientras el hambre le corroía por dentro, y dijo: 
-Oh Señor, fui a ver al rico y le pedí empleo, pero él me lo negó por mi pobreza; llamé a las puertas de la escuela, pero aquello fue alivio prohibido, pues tenía las manos vacías; busqué cualquier ocupación que me diera de comer, pero las puertas estaban cerradas. Me volqué con desesperación a la mendicidad, pero Tus adoradores al verme me decían: "Eres fuerte y holgazán, y no deberías mendigar". 
"Oh Señor, por Tu voluntad mi madre dio a luz, y ahora la tierra me devuelve a ti antes del Fin de los tiempos. 
Su expresión cambió súbitamente. Se puso de pie, y ahora sus ojos resplandecían decididos. Con una rama confeccionó un bastón duro y resistente, y señalando con él la ciudad gritó: 
-Clamé por un mendrugo de pan con toda la fuerza de mi voz y me fue negado. 
¡Ahora lo obtendré con la fuerza de mis brazos! Clamé por un mendrugo de pan en nombre de la misericordia y el amor, pero la humanidad desoyó mi llamado. Ahora lo tomare en nombre de la maldad. 
Los años implacables convirtieron al joven en ladrón, asesino, y destructor de almas, aniquiló a sus adversarios; acumuló una fabulosa riqueza con la que triunfó sobre los poderosos. Fue admirado por sus colegas, envidiado por el resto de los ladrones, y temido por las multitudes. 
Sus riquezas y falso prestigio influyeron sobre el Emir para que lo nombrara alcalde de aquella ciudad: el triste proceder de los pérfidos gobernantes. Entonces los robos fueron legales; la autoridad alentó la opresión; el aniquilamiento de los débiles fue un lugar común; las muchedumbres sobornaron y adularon. 
¡Así fue como la primera manifestación de egoísmo humano hizo criminales a los mansos, y asesinos a los hijos de la paz; así fue como la primitiva avidez de la humanidad creció y vive azotándose una y mil veces!


Khalil Gibrán (Líbano, 6/1/1883-New York, 10/4/1931)
Lagrimas y Sonrisas / El Criminal (1914)

8 nov 2012

La naturaleza humana: justicia versus poder / NOAM CHOMSKY | MICHEL FOUCAULT


En noviembre de 1971, la televisión holandesa transmitió un dialogo entre Noam Chomsky y Michel Foucault, moderado por Fons Elders, que se inscribía en la serie de encuentros organizados por el International Philosophers Project. Ya en la presentación del encuentro, y anticipando lo que posiblemente ocurriría, Elders caracterizo a los oponentes como “dos obreros que estuviesen perforando un túnel en una montaña, cada uno desde un lado opuesto, con instrumentos diferentes, y sin saber si se encontraran”. 

En efecto, si bien las preocupaciones de los dos intelectuales eran coincidentes en muchos aspectos, tanto las herramientas filosóficas con las que abordan su trabajo como las conclusiones a que los llevaban sus investigaciones eran ya radicalmente distintas y en muchos casos, francamente contradictorias. 

El debate se llevo a cabo en dos partes. La primera, de carácter más bien filosófico, permitió a cada uno desarrollar sus respectivas posturas y delimitar el campo de sus intereses. La segunda, mas netamente política, se convirtió en un verdadero duelo de argumentos en el que se expresarían, con no menos inteligencia que acidez, fuertes divergencias. 

La naturaleza humana: justicia versus poder es un extraordinario modelo de intercambio intelectual, una puesta en perspectiva de las estrategias de pensamiento de Foucault y de Chomsky y un magnifico documento del encuentro entre dos de las figuras mas importantes de la filosofía del siglo XX

22 oct 2012

The Black Book of Communism / El Libro Negro Del Comunismo


Why?

This Book has attempted to look Beyond Blind spots, partisan passions, and voluntary amnesia to paint a true picture of all the criminal aspects of the Communist world, from individual assassinations to mass murder. It is part of a more general process of reflection on the phenomenon of Communism in the twentieth century, and it is only one stage, but it comes at a key moment, with the internal collapse of the system in Moscow in 1991 an the consequent availability of rich new sources of information that until recently had been inaccessible. Better knowledge of the events is indispensable, but no matter how sophisticated our knowledge may become, it will never on its own satisfy either our intellectual curiosity or our conscience. The fundamental question remains: Why? Why did modern Communism, when it appeared in 1917, almost immediately turn into a system of bloody dictatorship and into a criminal regime? Was it really the case that its aims could be attained only thought such extreme violence? How can one explain how these crimes came to be thought of as part of normal procedure and remained such for so many decades?

¿Por qué?

Por encima de la obcecación, las pasiones partidistas y las amnesias voluntarias, en este libro hemos intentado trazar una imagen de conjunto de los actos criminales, desde los asesinatos individuales a las matanzas, cometidas en el mundo comunista. Dentro de una reflexión general sobre el fenómeno comunista en el siglo XX, se trata únicamente de una etapa en un momento crucial: el desmoronamiento del corazón del sistema comunista en Moscú, que tuvo lugar en 1991, y la posibilidad de acceder a una rica documentación que hasta la fecha se había mantenido bajo secreto. No obstante, el establecimiento, indispensable, del conocimiento, por mejor documentado y mas fundamentado que este, no puede satisfacer nuestra curiosidad intelectual ni nuestra conciencia, pues, en efecto, queda pendiente la cuestión fundamental del ¿Por qué? ¿Por qué el comunismo moderno aparecido en 1917, se erigió casi de inmediato en una dictadura sangrienta y luego en un régimen criminal? ¿Acaso solo podía alcanzar sus objetivos gracias a la violencia mas extrema? ¿Cómo explicar que el poder comunista considerara y practicara el crimen como una medida banal, normal y corriente durante décadas?


2 oct 2012

Carta al padre / Franz Kafka



[Schelesen (Bohemia), noviembre de 1919]. 
Querido padre:
"Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una conversación. Y, aunque intente ahora contestarte por escrito, mi respuesta será, no obstante, muy incomprensible, porque también al escribir el miedo y sus consecuencias me inhiben ante ti, y porque la magnitud del tema excede mi memoria y mi entendimiento.

"Para ti, el asunto fue siempre muy sencillo, por la menos por lo que hablabas al respecto en mi presencia y también, sin discriminación, en la de muchos otros. Creías que era, más o menos, así: durante tu vida entera trabajaste duramente, sacrificando todo a tus hijos, en especial a mí. Por lo tanto, yo he vivido cómodamente, he tenido absoluta libertad para estudiar lo que se me dio la gana, no he tenido que preocuparme por el sustento, por nada, por lo tanto, y en cambio de eso, tú no pedías gratitud (tú conoces como agradecen los hijos) pero esperabas por lo menos algún acercamiento, alguna señal de simpatía; por el contrario, yo siempre me he apartado de ti, metido en mi cuarto, con mis libros, con amigos insensatos, con mis ideas descabelladas; jamás hablé francamente contigo, en el templo jamás me acerqué a ti, en Franzenbad no fui jamás a visitarte, tampoco he conocido el sentimiento de familia, ni me ocupé del negocio ni de tus otros asuntos, te endosé la fábrica y te abandoné luego, apoyé a Ottla en su terquedad, y mientras que por ti no muevo ni un dedo (si siquiera te traigo una entrada para el teatro), no hay cosa que no haga por mis amigos. Si haces un resumen de tu juicio sobre mí, surge que no me reprochas nada que sea en realidad indecente o perverso (excepto, tal vez, mi reciente proyecto de matrimonio), sino mi frialdad, mi alejamiento, mi ingratitud. Y me lo echas en cara como si fuese culpa mía, como si mediante un golpe de timón hubiese podido, dar a todo esto un curso distinto, en tanto tú no tienes la menor culpa, salvo tal vez la de haber sido excesivamente bueno conmigo. 

"Esta consabida interpretación tuya me parece correcta sólo en lo que se refiere a tu falta de culpa en cuanto a nuestro distanciamiento. Pero también estoy yo igualmente exento de culpa. Si pudiera conseguir que reconocieras esto, entonces sería posible, no digo una vida nueva -para ello los dos somos ya demasiados viejos-, pero sí una especie de paz, no un cese, pero sí un atenuamiento de tus incesantes reproches.

16 sept 2012

LA INSOSTENIBLE SITUACIÓN DEL DERECHO PENAL

PROLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Hace algunos años califiqué a la crisis como un «estado connatural al Derecho penal»[1]. En efecto, me parecía —y me sigue pareciendo— que es inevitable que el complejo institucional a través del que se canalizan las pretensiones punitivas de la sociedad no alcance nunca una cómoda estabilidad, sino que se mantenga en una permanente y vigilante provisionalidad. Ahora bien, dentro del estado estructural de crisis, es cierto que aparecen coyunturas algo más «críticas». La coyuntura en la que se mueve el Derecho penal en los últimos diez años es una de las más graves, pues compromete los rasgos definitorios de su propia identidad. En efecto, la crisis que se plantea en la actualidad no deriva de la convicción de que es preciso someter a constante análisis el ejercicio del ius puniendi para resolver sobre su posible limitación: lo que ha constituido la idea rectora de la comprensión del Derecho penal ilustrado por parte de los penalistas. Por contra, se trata precisamente de una crisis derivada de la tensión expansiva a que se está sometiendo al Derecho penal para que éste se encuentre supuestamente en condiciones de afrontar con éxito y de forma expeditiva la misión de lucha contra una criminalidad cuyo incremento en cantidad y dañosidad se afirma. 

A partir de ahí, para unos el Derecho penal se hallaría en una «crisis de crecimiento», a la espera de su deseable consolidación como instrumento social eficiente. Sin embargo, en tanto eso no se produzca su situación sería «insostenible». Insostenible, por su inadaptación al actual estado de desarrollo socioeconómico; insostenible, por su idealismo ingenuo; insostenible, por su arcaísmo, su formalismo, su lentitud, sus enojosas limitaciones prácticas. Para otros, en cambio, en la crisis se trata del «ser o no ser» del Derecho penal: el crecimiento es una metamorfosis. Así, la insostenible situación del Derecho penal constituiría precisamente la consecuencia esencial del proceso de modernización fragmentaria y contradictoria que experimenta el sistema punitivo en esa «maduración» supuestamente necesaria para su adaptación a las exigencias de las sociedades modernas. En esta última línea se sitúan todos los textos de este volumen, un ejemplo paradigmático del modo de discurrir de la denominada «Frankfurter Schule». Como es sabido, dicha «escuela» no existe como tal; y en el seno del grupo de profesores de Frankfurt se dan evidentes diferencias ideológicas y metodológicas[2]. Sin embargo, ello no es óbice para que quepa afirmar no sólo que el Instituí für Kriminalwissenschaften constituye un peculiar marco de discusión, fértil en productos intelectuales, sino también que define uno de los polos ideológicos más claros de la discusión alemana —y mundial— sobre teoría de la Política criminal. El eco internacional que las propuestas de este grupo de profesores siempre alcanzan y el carácter de «manifiesto» que tienen las páginas que siguen fueron los elementos que nos determinaron a ponerlas al alcance de los lectores que no dominan la lengua alemana.

9 sept 2012

La recta y el punto: Un romance matemático (1963) / Norton Juster

Se trata de la historia de una línea recta que se enamora de un punto. Pero el punto encuentra a la línea aburrida y convencional, y se fija en un garabato. La línea se esfuerza y un día logra variar su forma… El punto se da cuenta de que el garabato -símbolo de la libertad y la diversión- es tan solo caos y pereza. Así que lo abandona y elige a la línea… Y ¿vivieron felices?

4 sept 2012

LA DECISIÓN Y LA MUERTE


Como la luz de la aurora que se presiente en la oscuridad de la noche, así de cerca está la muerte de mí. Es una presencia invisible. 

Algunas veces en la vida sentí que estaba en peligro y podía morir. Y sin embargo, aquel sentimiento de la muerte en nada se parece al de hoy. Entonces hubiera sido parte de mis luchas o de alguna circunstancia: un fracaso de mis proyectos. Podría haber muerto inesperadamente y no habría sido como hoy, en que la muerte me va tomando de a poco, cuando soy yo quien me voy inclinando hacia ella. 

Su llegada no será una tragedia como hubiese sido antes, pues la muerte no me arrebatará la vida: ya hace tiempo que la estoy esperando. 

Hay días en que me invade la tristeza de morir y, como si pudiera ser la muerte la engañada, me atrinchero en mi estudio y me pongo a pintar con frenesí, confiado en que ella no me arrebatará la vida mientras haya una obra sin terminar entre mis manos. Como si la muerte pudiese entender mis razones, y yo hacer de Penélope para detenerla. 

Cuando la gente me para por las calles para darme un beso, para abrazarme, o cuando voy a algún acto, como en la Feria del Libro, donde una multitud durante horas me está esperando y me colma con su afecto, una invencible sensación de despedida me nubla el alma. 

Cada vez me ocupan menos los razonamientos, como si ya no tuvieran mucho que darme. Como bien dijo Kierkegaard, “la fe comienza precisamente donde acaba la razón”. Momentos en que navego sin preguntas mar adentro, no importan las lluvias ni los fríos. Y otros, en que me amarro a viejas sabidurías esotéricas, y encuentro calor en sus antiguas páginas como en las personas que me rodean y me cuidan. Me avergüenza pensar en los viejos que están solos, arrumbados rumiando el triste inventario de lo perdido. 

Antes, la muerte era la demostración de la crueldad de la existencia. El hecho que empequeñecía y hasta ridiculizaba mis prometeicas luchas cotidianas. Lo atroz. Solía decir que a la muerte me llevarían con el auxilio de la fuerza pública. Así expresaba mi decisión de luchar hasta el final, de no entregarme jamás. Pero ahora que la muerte está vecina, su cercanía me ha irradiado una comprensión que nunca tuve; en este atardecer de verano, la historia de lo vivido está delante de mí, como si yaciera en mis manos, y hay horas en que los tiempos que creí malgastados tienen más luz que otros, que pensé sublimes. 

He olvidado grandes trechos de la vida y, en cambio, palpitan todavía en mi mano los encuentros, los momentos de peligro y el nombre de quienes me han rescatado de las depresiones y amarguras. También el de ustedes que creen en mí, que han leído mis libros y que me ayudarán a morir. 

17 ago 2012

¿DÓNDE SE ENCUENTRA LA SABIDURÍA? / HAROLD BLOOM

CODA

NÉMESIS Y SABIDURÍA
William James observó que la sabiduría consistía en aprender qué podemos pasar por alto. El príncipe Hamlet es el más inteligente de los personajes literarios, pero si lo sometemos a la prueba práctica de James, ese carismático shakespeariano que va en pos de la perdición es cualquier cosa menos sabio. Hamlet no puede pasar nada por alto, y así impone la pauta a todos los que pueden iluminar la sabiduría pero no pueden encarnarla. El genio, o demonio, de Hamlet consiste en hacerle consciente de todo al mismo tiempo. Hamlet piensa demasiado bien y la verdad lo mata. Seas quien seas, tu demonio se convertirá en tu némesis y hará que seas tu peor enemigo, incapaz de saber qué puedes pasar por alto. 

Davide Stimilli, una autoridad en demonios y antiguo alumno mío, observa que Némesis, hija de la Noche, era una diosa venerable del panteón griego. Es nuestra mortalidad, nuestra mala suerte, nuestro autoflagelo, nuestra incapacidad universal para perdonárnoslo todo. Toda nuestra ausencia de sabiduría se centra en ella. Freud, en El malestar en la cultura, la equipara a nuestro sentido de culpa inconsciente. Némesis flota en el espacio vacío, a la espera de saltar sobre nosotros. De los escritores sapienciales comentados en este libro, Goethe es nuestro mejor guía para defendernos de Némesis, porque nos dice que confiemos en nuestro demonio personal, nuestro genio, para rechazarla. Emerson, nuestro Goethe americano, aconseja la confianza en uno mismo, aunque posteriormente cedió ante la deidad que llamó Destino, una versión más casera de Némesis. Aunque Emerson organizó su Partido de la Esperanza, reconoció que ganaría pocas elecciones en las sombras cada vez más largas de nuestra Tierra del Atardecer, sede del Nuevo Orden Mundial. La Némesis nacional de Estados Unidos podría resultar nuestra globalización de la ilusión wilsoniana de que otros países puedan ser un mundo seguro para la democracia.

No obstante, la pregunta que planteo en este libro está completamente expresada en su jobiano título: ¿Donde se encuentra la sabiduría? La respuesta americana, al igual que lo fue la hebrea, parece ser en el miedo a Yahvé, sólo que ¿no convierte eso a Dios en una Némesis masculina? El cristianismo, desde san Pablo, y pasando por san Agustín, contrapone a Némesis o a la Tora («enseñanzas») de Yahvé la esperanza encarnada en Jesús de Nazaret, rey de los judíos, semilla legítima del valor de David y la sabiduría de Salomón. Que el genio, o el demonio, de Estados Unidos estén realmente en armonía con el Jesús americano fue una duda profética de Reinhold Niebuhr, cuyo espíritu parece ausente ahora de nuestra vida pública.

Una sabiduría jobiana es muy poco americana; nuestra épica nacional es Moby Dick, que desafía al Dios de Job, y las Hojas de hierba de Whitman, una inextricable mezcla de esperanza y tormento. Ninguna de ambas obras es cristiana. La sabiduría de los griegos o los hebreos, o la de los grandes ensayistas morales, ¿nos sigue resultando tan accesible como la sombría comedia de Cervantes o la sublimidad de la tragedia de Shakespeare? Este libro las ha reunido, así como los enigmas de un Jesús lo bastante variado como para abarcar el Evangelio de Tomás, san Agustín y la comunicación indirecta por parte de Kierkegaard de la dificultad de hacerse cristiano en una sociedad supuestamente cristiana que, de hecho, adora a Némesis a pesar de abogar por la esperanza. Como sugiere Davide Stimilli, Némesis no es un poder moral: ella es la diosa de la venganza, homérica y freudiana, y no cristiana o platónica. Goethe y Emerson, que no eran cristianos, intentan enseñarnos que dentro de nosotros hay un dios que es capaz, al menos en un momento dado, de resistir a Némesis. En la práctica, eso acabó siendo la benévola intuición de William James de que la sabiduría debía convertirse en la facultad de pasar por alto lo que se hacía insuperable. ¿Es ésa, ahora, nuestra única respuesta a la pregunta de dónde se encuentra la sabiduría? Al menos nos ayuda a pasar los días duros o aciagos.

Personalmente, espero que la literatura sapiencial, tal como la hemos considerado en este libro, pueda ofrecernos algo más que eso. El monoteísmo occidental —judío, cristiano, islámico— quizá no es tan opuesto como complementario a la confianza de Goethe, Emerson y Freud en el genio individual, o Eros demoníaco. La tradición de la sabiduría laica y la esperanza monoteísta quizá al final no puedan conciliarse, al menos no del todo, pero los más grandes escritores antiguos y modernos —Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare— idean equilibrios que (aunque precarios) permiten que coexistan la sabiduría prudencial y algunas insinuaciones de esperanza. Leemos y reflexionamos porque tenemos hambre y sed de sabiduría. La verdad, según el poeta William Butler Yeats, no puede conocerse, pero puede encarnarse. De la sabiduría yo, personalmente, afirmo lo contrario: No podemos encarnarla, aunque podemos enseñar cómo conocer la sabiduría, la identifiquemos o no con la Verdad que podría hacernos libres

11 ago 2012

El crimen perfecto / Jean Baudrillard



Esto es la historia de un crimen, del asesinato de la realidad. Y del exterminio de una ilusión, la ilusión vital, la ilusión radical del mundo. Lo real no desaparece en la ilusión, es la ilusión la que desaparece en la realidad integral. 
Si el crimen fuera perfecto, este libro también debería ser perfecto, ya que quiere ser la reconstrucción del crimen. 
Desgraciadamente, el crimen jamás es perfecto. Además, en este libro negro de la desaparición de lo real no han podido ser descubiertos ni los móviles ni los autores, y no se ha encontrado nunca el cadáver de lo real. 
Tampoco se ha podido descubrir jamás la idea que preside este libro. Era el arma del crimen. 
Si bien el crimen nunca es perfecto, la perfección, como su mismo nombre indica, siempre es criminal. 
En el crimen perfecto, el crimen es la propia perfección, de la misma manera que, en la transparencia del mal, el mal es la propia transparencia. Pero la perfección siempre es castigada: el castigo de la perfección es la reproducción. 
¿Posee este crimen circunstancias atenuantes? Seguro que no, ya que éstas siempre hay que buscarlas en los móviles o en los autores. Ahora bien, este crimen carece de motivación y de autor, y es, por tanto, absolutamente inexplicable. Ahí reside su auténtica perfección. Pero, claro está, desde el punto de vista conceptual, es más bien una circunstancia agravante. 
Si las consecuencias del crimen son perpetuas, es que no hay asesino ni víctima. Si existiera alguna de las dos cosas, un día u otro se despejaría el secreto del crimen, y se resolvería el proceso criminal. El secreto, finalmente, consiste en que uno y otro se confundan: «In the last analysis, the victim and the prosecutor are one. We can only grasp the unity of human race if we can grasp, in all its horror, the truth of this ultime equivalence» (Eric Gans). «En último término, el asesino y la víctima son una misma persona. 
Sólo podemos concebir la unidad de la raza humana si podemos concebir, en todo su horror, la verdad de esta equivalencia esencial.» 
En último término, el objeto y el sujeto son lo mismo. Sólo podemos entender la esencia del mundo si podemos entender, en toda su ironía, la verdad de esta equivalencia radical.

4 ago 2012

LOS CONJURADOS / JORGE LUIS BORGES


En el centro de Europa están conspirando.
El hecho data de 1291.
Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones
y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
Fueron soldados de la Confederación y después mercenarios, porque
eran pobres y tenían el hábito de la guerra y no ignoraban que
todas las empresas del hombre son igualmente vanas.
Fueron Winkelried, que se clava en el pecho las lanzas enemigas
para que sus camaradas avancen.
Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero también son Paracelso
y Amiel y Jung y Paul Klee.
En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa, crece una
torre de razón y de firme fe.
Los cantones ahora son veintidós. El de Ginebra, el último, es una
de mis patrias.
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético.

                                                                                                                                                 Jorge Luis Borges

26 jul 2012

LA SABIDURIA DE LA INSEGURIDAD / ALAN WATTS

Parecemos moscas que han caído en un recipiente con miel. Como la vida es dulce, no queremos abandonarla, pero cuanto más participamos en ella, tanto más atrapados, limitados y frustrados nos sentimos. La amamos y la odiamos al mismo tiempo. Nos enamoramos de otros seres y de las posesiones sólo para que nos torture la inquietud que nos producen. El conflicto no es sólo entre nosotros y el universo circundante, sino entre nosotros mismos, pues la naturaleza intratable está tanto en nuestro alrededor como dentro de nosotros. La «vida “exasperante que es a la vez digna de afecto y perecedera, agradable y dolorosa, una bendición y una maldición, es también la vida de nuestros cuerpos. Es como si estuviéramos divididos en dos partes. Por un lado esta el «Yo» consciente, a la vez intrigado y desconcertado, la criatura capturada en la trampa. Por otro lado está el «yo», que es una parte de la naturaleza, la carne caprichosa con todas sus limitaciones concurrentes de belleza y frustración. El «Yo» se cree un individuo razonable y critica siempre al «yo» por su perversidad, por tener pasiones que le crean problemas al «Yo”, por estar sujeto tan fácilmente a enfermedades dolorosas e irritantes, por tener órganos que se desgastan y apetitos que nunca se pueden satisfacer, diseñados de tal modo que si uno trata de saciarlos plenamente, con una especie de «golpe “definitivo, se enferma. Quizá lo más exasperante del «yo», de la naturaleza y el universo, es que nunca se quedan «quietos». Es como una mujer bella a la que nunca cogerán, y cuyo encanto radica en su misma naturaleza huidiza, pues el carácter perecedero y mudable del mundo forma parte de su vivacidad y su encanto. Por este motivo los poetas suelen alcanzar altas cotas de lirismo cuando hablan del cambio, de la «transitoriedad de la vida humana». La belleza de esa poesía radica en algo más que en una nota de nostalgia que produce un nudo en la garganta:

Ya han terminado nuestras francachelas. Estos actores nuestros, 
Como te predije, eran todos ellos espíritus, y, 
Se han fundido en el aire, en la atmósfera tenue: 
Y, como el tejido infundado de esta visión, 
Las torres nimbadas de nubes, los magníficos palacios, 
Los templos solemnes, el gran globo en sí, 
Sí, todo cuanto hereda, se disolverá, 
Y, como este insustancial espectáculo desvanecido, 
No dejará detrás un solo vestigio.

En la belleza de este poema hay algo más que la sucesión de imágenes melodiosas, y el tema de la disolución no se limita a tomar prestado su esplendor de las propias cosas disueltas. La verdad es mejor que las imágenes que, por bellas que sean en sí mismas, cobran vida en el acto de desvanecerse. El poeta les extrae su solidez estática y fragua una belleza que, de otro modo, sólo sería estatuaria y arquitectónica en la música, la cual, en cuanto ha sonado, se extingue. Las torres, los palacios y los templos se hacen vibrantes y se separan del exceso de vida que contienen. Ser pasajero es vivir; permanecer y continuar es morir. «Si el grano de trigo cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.»
Alan Watts

11 jul 2012

Prefacio Por Lyndon H. LaRouche, Jr.


El autor es el principal ejecutivo de un semanario noticioso internacional especializado, Executive Inteligence Review, cuyo pronóstico trimestral de la economía de los Estados Unidos ha sido el más preciso en la historia de la economía. 

El primer escrito de economía que se conoce es el libro judeocristiano del Génesis. En él se le informa al hombre qué no habrá de sustentarse por ningún otro medio que su trabajo diario. Se le instruye, además, a ser fructífero, a multiplicar la población humana, a llenar la tierra y a ejercer dominio sobre todas las creaturas y objetos de la naturaleza. Excelentes recomendaciones: ninguna sociedad que las rechace podrá durar mucho tiempo. 

La ciencia económica apareció más recientemente. El primer científico de la economía, en el sentido moderno, estricto, de la ciencia, fue Gottfried Leibniz, también el primero en elaborar el cálculo diferencial, amén de muchas otras ramas de la ciencia moderna, más de las que serían capaces de recordar por su nombre la mayoría de los graduados universitarios de nuestros días. La idea de elaborar una ciencia económica no comenzó con Leibniz; los trabajos de Leonardo da Vinci en teoría de diseño de maquinará, así como otros ejemplos, ponen de manifiesto que el esfuerzo por elaborar una ciencia económica había avanzado ya considerablemente para fines del siglo XV. Para comienzos del XVII, los esfuerzos en ese sentido se conocían comúnmente como cameralismo

De hecho, hasta comienzos del siglo XIX algunas universidades alemanas enseñaban aún un programa cameralista que incluía los principios científico-económicos de Leibniz; en ese programa se daba la economía de Leibniz bajo el título de economía física. 

Leibniz comenzó a elaborar la ciencia económica con un ensayo suyo, publicado en 1671, titulado Sociedad y economía, y dedicado al tema de los costos y salarios indispensables al trabajo productivo. Continúa su trabajo con un estudio cuidadoso de los principios de la maquinaria movida por calor; de ese trabajo elaboró Leibniz los términos trabajo y potencia, tal como los heredó de él la ciencia física. En el mismo contexto, Leibniz definió el significado del término, que se vino a traducir al francés como polytechnique. 

En el siglo XVIII era muy fuerte la influencia de la ciencia económica de Leibniz en muchas partes de Europa, y se extendió a los círculos americanos qué colaboraban con Benjamín Franklin. Leibniz, en calidad de consejero de Pedro el Grande, crea un programa completo para desarrollar las minas e industrias de Rusia; hasta que se abandonó ese programa, a finales del siglo XVIII, la producción industrial rusa excedía la de Gran Bretaña. La mayoría de los grandes científicos alemanes, hasta entrado el siglo XIX, se formaron en universidades y escuelas técnicas que empleaban el programa de Leibniz. En Francia, la ciencia de Leibniz se adoptó en medios vinculados a la orden oratoria de enseñanza, y fue el cimiento de la Ecole Polytechnique francesa, fundada en 1794, bajo la dirección de Lazare Carnot, quien colaborara anteriormente con Franklin. Y así sucesivamente. 

Entre 1791 y 1830, aproximadamente, la ciencia económica de Leibniz se llegó a conocer en el mundo como Sistema Americano de economía política, nombre acuñado en 1791 por Alexander Hamilton, secretario de Hacienda de los Estados Unidos, en su Informe sobre el tema de las manufacturas, dirigido al Congreso de los Estados Unidos. Tras la Guerra de 1812, los allegados de Lazare Carnot y del Marqués de Lafayette colaboraron íntimamente con destacados grupos estadounidenses, especialmente por intermedio de la sociedad militar francmasónica que dirigía en Europa el Marqués de Lafayette, la Sociedad de los Cincinatos. Mathew Carey, un editor filadelfino

28 jun 2012

El Reich oculto / Pablo Jiménez Cores

“Aquél que no ha visto en el nacionalsocialismo más que un movimiento político, no ha visto nada”.  
HITLER.


¿DE DÓNDE PROVENÍAN LAS CONCEPCIONES NAZIS? ¿Iban más allá de los panfletos Ostara y de las directrices político– raciales de Ritter Von Schönerer y Karl Lueger? ¿Había algo oculto en sus raíces?                  

El resurgir de lo oculto
A PARTIR DEL SIGLO XVIII FLORECIERON EN ALEMANIA numerosos grupos espirituales de carácter pagano, marcados todos ellos por reivindicaciones políticas de cualquier tipo. Buscaban, más que nada, el resurgir de la patria germana y la independencia nacional, alejándola de las “excesivas” influencias extranjeras. Los símbolos, vinculados a las diversas deidades y ritos precristianos, eran la seña de identidad que definía los orígenes y fines de cada grupo. Conviene resaltar aquí que dos siglos antes de que los nazis popularizaran lo que habría de ser su enseña personal, la svástica, ésta ya formaba parte de la cultura germana, aunque su uso estaba limitado por lo general a estas organizaciones secretas. Los Incondicionales, la Deutscher Bund, la Tugembud y muchas otras sociedades ocultistas pasaron a formar parte de la subcultura germana. Gran parte de ellas encarnaban un odio profundo hacia Rusia, el mismo que pasaría a ser una de las piedras angulares del nacionalsocialismo. No obstante, si hubiera que buscar una doctrina que, por su lejanía temporal y social, fuese la primera en influir sobre el pensamiento hitleriano, tendríamos que referirnos al catarismo.

20 jun 2012

La Crítica de la razón cínica / Peter Sloterdijk

¿Nihilismo en ascenso? ¿Metamorfosis de la razón? ¿Dominio de la razón instrumental? ¿Cinismo difuso de nuestras sociedades exhaustas? ¿Ese “nuevo cinismo” que se despliega como una negatividad madura que apenas proporciona un poco de ironía y compasión, pero que finalmente desemboca en la desesperanza? ¿“falsa conciencia ilustrada” de quienes se dan cuenta de que todo se ha desenmascarado y pese a ello no hacen nada, la de quienes se dan cuenta de que la escuela de la sospecha tampoco ha servido de mucho?
Segunda parte
Cinismo en el proceso cósmico
I
Parte fisonómica
2. Boca torcida sonriendo maliciosamente
El saber del cínico señorial se basa en una superioridad torcida. El poderoso tiene como objetivo su provecho, incluso cuando sabe que con ello llega a posiciones moralmente dudosas. De esta superioridad torcida surge fácilmente una sonrisa torcida, un gesto astutamente malvado. Esta sonrisa defiende un statu quo defectuoso, una injusticia. ¿Los derechos de los demás?: ¿adonde iríamos a parar?; ¿hambre?; ¿qué es eso? La comisura de los labios, a menudo la izquierda, se eleva un poco. En la boca de los señores aparece visiblemente la dirección de su conciencia; la otra parte sabe en efecto que en el fondo no hay nada de qué reírse. Una mitad de la boca se contrae sabiamente de tal manera que la otra involuntariamente cae hacia abajo con un rictus de desprecio. El realismo mundano del cínico señorial surge del deseo de proteger la cara mientras uno se mancha las manos. A menudo de esta manera se actúa con formas educadas. La sonrisa cínica aparece embutida con auténtico estilo en una cortesía desvergonzada que se atiene a sí misma y que pone de manifiesto que pretende mantener a distancia a los otros tan seguramente como se controla a sí misma.
Esta es la sonrisa en el nivel del poder y de su melancolía tal y como aparece en altos funcionarios, políticos y redactores. Pero a quien mejor se puede imaginar uno con esta sonrisa es a los cortesanos del rococó, por ejemplo al infeliz y suntuoso ayuda de cámara de Luis XV, LeBel, en la película Fanfan, el húsar, cuya sonrisa es tan retorcida como la coma entre el sí y el pero.



9 jun 2012

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA

PRIMERA LEY FUNDAMENTAL
La primera Ley Fundamental de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que:
Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo

A primera vista la afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa, o quizá las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la auténtica veracidad de esta afirmación. Considérese lo que sigue. Por muy alta que sea la estimación cuantitativa que uno haga de la estupidez humana, siempre quedan estúpidos, de un modo repetido y recurrente, debido a que: 

a) personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan después, de repente, inequívoca e irremediablemente estúpidas; 

b) día a día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos. 

La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población: cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las páginas que siguen se designará la cuota de personas estúpidas en el seno de una población con el símbolo €.

1 jun 2012

El Anticristo / Federico Nietzsche

PROLOGO
INVERSION DE TODOS LOS VALORES

Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva aún ninguno de ellos. Esos podrían ser los que comprendan mi Zaratustra: ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a quienes hoy se presta atención? Lo que a mi me pertenece es el pasado mañana. Algunos hombres nacen póstumos.

Las condiciones requeridas para comprender y para comprenderme luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a vivir en las montañas y ver a nuestros pies la miserable locuacidad política y el egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre. Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas prohibidas: es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música; nuevos ojos paca las cosas más lejanas: nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo; hay que respetarse a sí mismo, amarse a sí mismo: absoluta libertad para consigo mismo...

Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores; mis lectores predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la fuerza, por el temple, por el desprecio...



 

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