20 jun 2012

La Crítica de la razón cínica / Peter Sloterdijk

¿Nihilismo en ascenso? ¿Metamorfosis de la razón? ¿Dominio de la razón instrumental? ¿Cinismo difuso de nuestras sociedades exhaustas? ¿Ese “nuevo cinismo” que se despliega como una negatividad madura que apenas proporciona un poco de ironía y compasión, pero que finalmente desemboca en la desesperanza? ¿“falsa conciencia ilustrada” de quienes se dan cuenta de que todo se ha desenmascarado y pese a ello no hacen nada, la de quienes se dan cuenta de que la escuela de la sospecha tampoco ha servido de mucho?
Segunda parte
Cinismo en el proceso cósmico
I
Parte fisonómica
2. Boca torcida sonriendo maliciosamente
El saber del cínico señorial se basa en una superioridad torcida. El poderoso tiene como objetivo su provecho, incluso cuando sabe que con ello llega a posiciones moralmente dudosas. De esta superioridad torcida surge fácilmente una sonrisa torcida, un gesto astutamente malvado. Esta sonrisa defiende un statu quo defectuoso, una injusticia. ¿Los derechos de los demás?: ¿adonde iríamos a parar?; ¿hambre?; ¿qué es eso? La comisura de los labios, a menudo la izquierda, se eleva un poco. En la boca de los señores aparece visiblemente la dirección de su conciencia; la otra parte sabe en efecto que en el fondo no hay nada de qué reírse. Una mitad de la boca se contrae sabiamente de tal manera que la otra involuntariamente cae hacia abajo con un rictus de desprecio. El realismo mundano del cínico señorial surge del deseo de proteger la cara mientras uno se mancha las manos. A menudo de esta manera se actúa con formas educadas. La sonrisa cínica aparece embutida con auténtico estilo en una cortesía desvergonzada que se atiene a sí misma y que pone de manifiesto que pretende mantener a distancia a los otros tan seguramente como se controla a sí misma.
Esta es la sonrisa en el nivel del poder y de su melancolía tal y como aparece en altos funcionarios, políticos y redactores. Pero a quien mejor se puede imaginar uno con esta sonrisa es a los cortesanos del rococó, por ejemplo al infeliz y suntuoso ayuda de cámara de Luis XV, LeBel, en la película Fanfan, el húsar, cuya sonrisa es tan retorcida como la coma entre el sí y el pero.



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