20 jul 2016
Porno / Irvine Welsh
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Aprendí paulatinamente a respetar estas drogas, a emplearlas con moderación. Durante la adolescencia o en plena juventud se puede ser indiscriminado, ya que uno tiene poca noción de la propia mortalidad. Por supuesto, eso no quiere decir necesariamente que uno vaya a sobrevivir a esa etapa.
Pero cuando andas por la treintena la cosa cambia. De pronto, sabes que en algún momento vas a morir, y en las resacas y los bajones se percibe en qué medida las drogas contribuyen a ese proceso; agotando los recursos espirituales, mentales y físicos, alimentando la apatía con la misma frecuencia con que alimentan la emoción. Se convirtió en un problema matemático en el que uno jugaba con las variables: unidades de droga consumidas, edad, constitución y ganas de quedar hecho polvo.
Alguna gente se desentiende directamente. Unos pocos continúan sin parar hasta el fin del camino, resignándose a la noción de la vida como un gran intento de suicidio a plazos. Yo decidí seguir con el mismo tipo de vida, saliendo, desparramando, pero bajo control. Luego, tras una semana muy mala, lo mandé todo al carajo, me inscribí en un gimnasio y me apunté a kárate.
Esta mañana tenía que salir del piso. Se ha enrarecido el ambiente con Katrin. Con las broncas puedo manejarme, pero los silencios me desgastan y la mordacidad de sus pullas me aturde y me escuece más que el directo de un boxeador. Así que cogí la bolsa de deporte y fui a donde voy siempre que me siento así.
2 jun 2016
Repensar la pobreza / Abhijit V. Banerjee & Esther Duflo
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¿Cómo se vive con menos de un dólar al día? ¿Por qué los microcréditos resultan útiles pero no son el milagro que algunos esperaban? ¿Por qué los pobres dejan pasar las campañas de vacunación gratuita pero pagan por medicinas que a menudo no necesitan? ¿Por qué sus hijos pueden ir a la escuela año tras año y no aprender nada? ¿Por qué no siempre invierten en obtener más calorías, sino calorías que saben mejor?
El principal problema al enfrentarse a la pobreza radica en que hasta ahora no se ha considerado a los propios pobres como una fuente de información válida y efectiva a la hora de definir los problemas y las soluciones en la desigualdad global.
Las primeras reacciones contra la pobreza han sido siempre de generosidad. La esperanza se pierde rápido ya que se tiende a hacer preguntas demasiado grandilocuentes que no tienen respuestas claras y operativas que permitan un trabajo humanitario con sentido. No se cuestionan los remedios contra la malaria, sino las causas absolutas de la desigualdad y la pobreza.
La pobreza no es sólo la falta de dinero, es también la incapacidad para desarrollar el potencial de una persona como ser humano. El hambre y la miseria, además de deshumanizar, son dos de las verdaderas trampas de la pobreza: los pobres que no puedan permitirse una nutrición suficiente serán menos productivos y esto, a su vez, les mantendrá en las mismas condiciones de una manera casi crónica.
8 mar 2016
EL HAMBRE / Martín Caparrós
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Y mientras tanto el mundo sigue ahí,
tan bruto, tan grosero, tan espantoso como de costumbre. A veces pienso que
todo esto es, antes que nada, feo.
Repugna a cualquiera de las formas
de la percepción la grosería de personas poseyendo, desperdiciando sin vergüenza
lo que otras necesitan a los gritos. Ya no es cuestión de justicia o de ética;
es pura estética. Digo: intentar que el mundo no nos siga saliendo tan
horrible. La humanidad debería tener por lo que hizo con sí misma esa desazón
que tiene el creador cuando da el paso atrás, mira su obra, y ve una porquería.
La conozco.
Éste es un libro sobre la fealdad,
la más extrema que puedo concebir. Éste es un libro sobre el asco —que
deberíamos tener por lo que hicimos y que, al no tenerlo, deberíamos tener por
no tenerlo. Callado, el asco se acumula. Somos nada, tan poquita cosa: suspiros
en la corta vida de un peñasco perdido en un sistema solar ínfimo en una
galaxia igual a miles de millones. Cuando lo sabemos —cuando nos descuidamos y
pensamos— quizá la respuesta más razonable a esa comprobación sea aceptar
nuestro destino y concentrarnos en lo más pequeño: nosotros mismos, nuestras
vidas, lo poco con que elegimos o aceptamos rodearlas. Es una posibilidad y
parece incluso lógica. Pero quizá la mejor respuesta a tanta pequeñez sea
hacerse el tonto e ignorarla —y pensar lo más grande que nuestra ínfima escala
nos permita. Sabiendo que puede ser inútil.
Y que, en general, no hay nada más
inútil que lo útil. Queda dicho: hay cientos de millones de personas que no
comen lo que necesitan. Más que dicho: hace unos años, Ban Ki Moon, secretario general
de las Naciones Unidas, puso una cifra que quedó repetida y arrumbada: cada menos
de cuatro segundos una persona se muere de hambre, desnutrición y sus
enfermedades. Diecisiete cada minuto, cada día 25.000, más de nueve millones
por año. Un Holocausto y medio cada año.
¿Entonces qué? ¿Apagar todo e
irnos? ¿Sumirnos en esa oscuridad, declarar guerras? ¿Declarar culpables a los
que comen más que una ración razonable? ¿Declararnos culpables? ¿Condenarnos?
Suena hasta lógico. ¿Y después?
7 feb 2016
Breviario de Podredumbre - E. M. Cioran (Précis de décomposition, 1949)
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El anti-profeta
En todo hombre dormita un profeta, y
cuando se despierta hay un poco más de mal en el mundo... La locura de predicar
está tan anclada en nosotros que emerge de profundidades desconocidas al
instinto de conservación. Cada uno espera su momento para proponer algo: no
importa el qué. Tiene una voz: eso basta. Pagamos caro no ser sordos ni
mudos...
De los desharrapados a los snobs, todos
gastan su generosidad criminal, todos distribuyen recetas de felicidad, todos
quieren dirigir los pasos de todos: la vida en común se hace intolerable y la
vida consigo mismo más intolerable todavía: cuando no se interviene en los
asuntos de los otros, se está tan inquieto de los propios que se convierte al
«yo» en religión o, apóstol invertido, se le niega: somos víctimas del juego universal...
La abundancia de soluciones a los
aspectos de la existencia sólo es igualada por su futilidad. La Historia:
Manufactura de ideales..., mitología lunática... frenesí de hordas y de
solitarios, rechazo de aceptar la realidad tal cual es, sed mortal de
ficciones...
La fuente de nuestros actos reside en una
propensión inconsciente a considerarnos el centro, la razón y el resultado del
tiempo. Nuestros reflejos y nuestro orgullo transforman en planeta la parcela
de carne y de conciencia que somos. Si tuviéramos el justo sentido de nuestra
posición en el mundo, si comparar fuera inseparable de vivir, la revelación de
nuestra ínfima presencia nos aplastaría. Pero vivir es cegarse sobre sus
propias dimensiones...
Si todos nuestros actos, desde la
respiración hasta la fundación de imperios o de sistemas metafísicos, derivan
de una ilusión sobre nuestra importancia, con mayor razón aún el instinto
profético. ¿Quién, con la exacta visión de su nulidad, intentaría ser eficaz y
erigirse en salvador?
Nostalgia de un mundo sin «ideal», de una
agonía sin doctrina, de una eternidad sin vida... El Paraíso... Pero no
podríamos existir un instante sin engañarnos: el profeta en cada uno de
nosotros es el rasgo de locura que nos hace prosperar en nuestro vacío.
El hombre idealmente lúcido, luego
idealmente normal, no debería tener ningún recurso fuera de la nada que está en
él... Me parece oírle: «Desgajado del fin, de todos los fines, no conservo de
mis deseos y mis amarguras sino las fórmulas. Habiendo resistido a la tentación
de sacar conclusiones, he vencido al espíritu, como he vencido a la vida por el
horror a buscarle una solución. El espectáculo del hombre -¡qué vomitivo! El
amor-, un encuentro de dos salivas... Todos los sentimientos extraen su absoluto
de la miseria de las glándulas. No hay nobleza sino en la negación de la existencia,
en una sonrisa que domina paisajes aniquilados. (En otro tiempo, tuve un «yo»,
ahora no soy más que un objeto. Me atraco de todas las drogas de la soledad; las
del mundo fueron demasiado débiles para hacérmela olvidar. Habiendo matado el profeta
en mí, ¿cómo conservaré aún un sitio entre los hombres?)».
12 ene 2016
Lecc10nes de Economía (que los gobiernos quisieran ocultarle) / Juan Fernando Carpio Tobar-Subia
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Viva mejor gracias al Capitalismo
En el principio todos eran pobres.
Luego -hace relativamente muy poco en la Historia- aparecen las
empresas comerciales y el panorama cambia radicalmente para una gran porción de
la humanidad. Descartada la burda falacia de que el colonialismo enriquece,
demos paso a la explicación de por qué la empresa privada es el fundamento del
bienestar general de una nación, para el llamado Primer Mundo y gran parte de
Asia. Al contrario de lo que Karl Marx y Adam Smith incorrectamente pensaron,
la forma “primitiva” en que se obtenía un ingreso, no era por definición un
salario si no una ganancia. Hacer esta distinción permite apreciar el
fundamental papel de las empresas en la creación de riqueza para una nación.
Como explica G. Reisman, mientras más capitalista sea el sistema económico, más
altos son los salarios pagados a los trabajadores. Los capitalistas no deducen sus
ganancias de la “plusvalía no entregada” a los trabajadores. Por el contrario,
los trabajadores reciben un salario que es un costo que los capitalistas
(empresarios) deben descontar de su ingreso, que en principio sería totalmente
ganancia.
Para entender esto, imagínese que usted es alfarero. Todo lo que
usted obtiene por ventas luego de costos, es ganancia. Para crecer, no le queda
otra alternativa que contratar más gente. Pero la ganancia -la creación de valor
y los clientes- son producto de su mente y su creatividad. Es decir, usted no
le roba la ganancia a su colaborador contratado, si no que usted es responsable
por la creación de un salario para alguien, que se resta como costo de esa
ganancia pura. En otras palabras, Marx basó toda su teoría económica sobre una
falacia, una gran mentira teórica e histórica. El valor no se encuentra en el
trabajo en sí mismo, sino en el tiempo y creatividad dedicados a la creación de
productos y servicios que mejoran la calidad de vida para nuestros semejantes. Es
en esa valoración subjetiva donde está el centro de la creación de riqueza, no
en las horas trabajadas, y eso implica una comprensión de la Economía
radicalmente distinta. Lo interesante es que con el desarrollo económico capitalista,
la división del trabajo aumenta y el recurso humano comienza a ser escaso
frente a los otros recursos (naturales y capital) complementarios para
cualquier tipo de producción material. Así, se crea una competencia por los
trabajadores, escasos frente a la producción creciente. Esta es la única razón,
no hay otra, por la cual los salarios aumentan y compran más cada año en un
sistema capitalista.
En ausencia de depreciación monetaria (causada hoy sistemáticamente
por los Estados), cada incremento de productividad vuelve más valioso al
recurso humano con relación al resto de recursos y la gente puede comprar más
cada año. En un sistema de libre competencia, mientras más exitosos y ricos
sean los capitalistas, más altos serán los salarios con respecto a las ganancias
puras.
Es por eso que la clase media aparece con fuerza en las ciudades
comerciales e industriales, adoptando cada año inventos, elementos artísticos y
estándares de vida que recientemente eran un lujo de pocos. Taiwán, que hace 50
años tenía el mismo nivel de vida de Kenya, ahora tiene un ingreso por
habitante 20 veces superior. Y tomando en cuenta que todos nos levantamos por
la mañana para producir, ¿no quisiera usted que esas mismas 8-10 horas le
permitieran comprar más cada año (o trabajar menos para alcanzar nuestro estilo
de vida latino y no tan complicado)? Tal vez su hijo sería un gran artista o
intelectual con lo ahorrado; o un nuevo Marx, quien vivió de herencias y de Engels
-su Mecenas- mientras llevaba a media humanidad hacia el desastre.
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