13 dic 2014
LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO- Byung-Chul Han
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«...El suicidio, el discurso
social y el biológico, cambian el
paradigma inadvertido de que vivimos en una sociedad violenta. La violencia
es nuestra enfermedad emblemática…»
“Toda época tiene sus
enfermedades emblemáticas”, así empieza el libro La sociedad del cansancio del
filósofo germano-coreano Byung- Chul Han. Para este autor, en el comienzo del
siglo XXI enfermedades como la depresión, el síndrome de fatiga crónica, el
trastorno límite de la personalidad, el trastorno de atención con hiperactividad
o el síndrome de desgaste ocupacional, entre otras, definirían un nuevo
panorama patológico determinado por una concepción neuronal en el que las
neuronas se hallan en violencia dialéctica frente a una nueva sociedad que es
la del rendimiento y que se caracteriza por un empuje a la capacidad sin
límites.
Frente a esta presión social por
el rendimiento, la contemporaneidad produciría individuos fracasados, aburridos,
hartos y depresivos debido a una revolución neuronal como respuesta al exceso
de positividad y autoestima condiciones necesarias para la eficacia estándar.
Nos hallamos quizás, en el siglo de las enfermedades neuronales como
emblemáticas de la época en contraposición al anterior que fue el de los virus
y bacterias, según este autor. El vuelco, no obstante, conlleva situar el
problema como interno, no como un virus que viene del afuera. Algo adentro no
funciona bien. Y no es efecto de un afuera.
8 nov 2014
Muerte aparente en el pensar- Peter Sloterdijk
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« [...] con razón dicen los poetas: “El espíritu es el
dios en nosotros”
y “la vida mortal encierra en sí una parte de un dios”
[...]. Sólo
queda, pues, una alternativa: o filosofar o despedirse
de la vida y
apartarse de ella.»
Aristóteles, Protréptico
«Se puede aprender mucho de ambos, del muerto aparente
que
ha vuelto y de Moisés que ha vuelto, pero de lo
decisivo no es posible
enterarse por ellos, ya que ellos mismos no lo han
experimentado.
Si lo hubieran experimentado, no habrían vuelto.
Además, tampoco
nosotros queremos experimentarlo en absoluto.»
Franz
Kafka, Von Scheintod [De la muerte
aparente]
Señoras y señores, del filósofo griego Epicuro se ha transmitido el sentido de esta frase: quien habla a los seres humanos debiera pensar que un discurso corto y uno largo vienen a ser lo mismo. Cito ocasionalmente esta observación al comienzo de mis conferencias para explicar al público, la mayoría de las veces un tanto alarmado por ella, que ha de prepararse esa vez para la versión larga, que puede ofrecerse sin perjuicio en lugar de la corta. Hoy es un caso así. Para que sepan ya lo que les espera durante la próxima hora –y hay que considerar que, según informes de los expertos, la hora tubingense resulta algo más larga que sesenta minutos de tiempo estándar–, quiero hacer algo que parece que practicaron ocasionalmente rapsodas de épocas pasadas al comienzo de sus recitados: en la medida en que puedo preverlo, voy a anticipar punto por punto el contenido de lo que ha de esperarse aquí y a anunciar con todo el detalle posible lo que según el estado actual de la planificación habrá de escucharse.
Con ello se disipa desde el principio toda tensión superflua y ustedes serán libres de seguir con toda tranquilidad el desarrollo del ponente, al conocer el inicio, la mitad y el final de su propósito.
He dividido mis consideraciones en cuatro apartados, de lo que ya pueden deducir, por lo demás, que no les hablo como miembro del gremio teológico. Como saben, dado que a los teólogos les gusta introducirse en la vida interior de Dios, en la que domina el número tres, prefieren articular sus pensamientos en tres capítulos, ocasionalmente también en siete, en tanto elevan su voz a imitación del creador, o en diez, si se asimilan al artífice de la tabla de los mandamientos. Por contra, yo lo intento esta tarde con la cuaternidad filosófica clásica, fundada en el supuesto de que para decir la verdad hay que saber contar hasta cuatro.
Con ello se disipa desde el principio toda tensión superflua y ustedes serán libres de seguir con toda tranquilidad el desarrollo del ponente, al conocer el inicio, la mitad y el final de su propósito.
He dividido mis consideraciones en cuatro apartados, de lo que ya pueden deducir, por lo demás, que no les hablo como miembro del gremio teológico. Como saben, dado que a los teólogos les gusta introducirse en la vida interior de Dios, en la que domina el número tres, prefieren articular sus pensamientos en tres capítulos, ocasionalmente también en siete, en tanto elevan su voz a imitación del creador, o en diez, si se asimilan al artífice de la tabla de los mandamientos. Por contra, yo lo intento esta tarde con la cuaternidad filosófica clásica, fundada en el supuesto de que para decir la verdad hay que saber contar hasta cuatro.
8 oct 2014
Desayuno con partículas - Sonia Fernández Vidal & Francesc Miralles
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Introducción
Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería ante nosotros como realmente es: infinito. Pues el ser humano se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.
WILLIAM BLAKE, Las bodas del cielo y el infierno
NO dejes que esta cita literaria te despiste, tienes en las manos un ensayo sobre física cuántica, así es. Un momento, por favor. ¡Espera! No permitas que esto te asuste y cierres el libro de golpe. ¿Aceptarías nuestra invitación a un desayuno? Si te atreves a navegar entre estas páginas, descubrirás un universo maravilloso y desconcertante.
Este peculiar ensayo —comprensible para cualquier persona, independientemente de sus estudios— es un trepidante viaje por tierras mágicas, que incluirá saltos vertiginosos en el tiempo y una exclusiva visita a centros de investigación como el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Asistirás también a nuestras reflexiones y conversaciones e incluso podrás sumergirte ¡en el mundo de los sueños!
El poema de Blake que abre esta invitación inspiró a Aldous Huxley —el autor de Un mundo feliz— para escribir su ensayo sobre la mescalina Las puertas de la percepción, que a su vez sirvió para bautizar la banda de Jim Morrison, The Doors.
Nuevamente... ¡que no cunda el pánico! Este libro no habla de drogas ni de experiencias psicodélicas, aunque el viaje a los confines de la cuántica tiene mucho de alucinante. Este desayuno con partículas te dará energía para abrir las puertas de un mundo tan cotidiano como oculto y asombroso. ¿Aceptas el desafío?
Pasa, por favor... Y prepárate para lo inesperado.
23 sept 2014
La historia del loco – John Katzenbach
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A veces la demarcación entre los sueños y la realidad se vuelve borrosa. Me cuesta saber qué es qué. Supongo que por eso tengo que tomar tantos medicamentos, como si la realidad pudiera favorecerse químicamente. Ingiere los miligramos suficientes de esta o aquella pastilla y el mundo vuelve a estar enfocado. Eso es tristemente cierto y, en su mayoría, todos esos fármacos cumplen con su cometido, aparte de sus desagradables efectos secundarios. Y supongo que, en general, es positivo. Sólo depende del valor que concedas a tener las cosas enfocadas. Actualmente, yo no le concedía demasiado.
Dormí no sé cuántas horas en el suelo del salón. Había cogido una almohada y una manta y me había acostado junto a todas mis palabras, reacio a separarme de ellas, casi como un padre, temeroso de dejar solo a un niño enfermo. El suelo era duro, y mis articulaciones protestaron al despertarme. La luz del alba se colaba en el piso, como un heraldo anunciando algo nuevo. Me levanté para seguir con mi tarea sin haberme refrescado pero, por lo menos, un poco menos grogui. Miré un momento alrededor para convencerme de que estaba solo. Sabía que el ángel no estaba lejos. No se había ido. No era su estilo. Tampoco se había vuelto a esconder tras mi hombro. Tenía los nervios de punta, a pesar de las horas de sueño. Él estaba cerca, observando, esperando. En algún sitio próximo. Pero la habitación estaba vacía, por lo menos de momento. Los únicos ecos eran los míos.
Tenía que ser muy cuidadoso. En el Hospital Estatal Western habíamos sido tres quienes lo habíamos enfrentado. Y, aun así, había sido una lucha igualada. Ahora, solo en mi casa, temía no ser capaz de vencerlo. Me volví hacia la pared. Recordé una pregunta que hice a Peter y también su respuesta: «El trabajo policial consiste en un examen constante y cuidadoso de los hechos. El pensamiento creativo está bien, pero sólo ciñéndose a los detalles conocidos.» Reí en voz alta. Esta vez la ironía pudo más que yo y solté: «Pero no fue eso lo que funcionó, ¿verdad?» Quizás en el mundo real, sobre todo hoy, con las pruebas de ADN, los microscopios electrónicos y las actuales técnicas forenses, la tecnología y las capacidades modernas, no habría sido tan difícil. Puede que en absoluto. Pon las sustancias adecuadas en un tubo de ensayo, un poco de esto y un poco de aquello, pásalo por un cronómetro de gas, aplícale algo de tecnología espacial, obtén una lectura informática y tendrás a tu hombre. Pero por aquel entonces, en el Hospital Estatal Western, no teníamos ninguna de estas cosas.
Sólo nos teníamos a nosotros mismos. Dormí no sé cuántas horas en el suelo del salón. Había cogido una almohada y una manta y me había acostado junto a todas mis palabras, reacio a separarme de ellas, casi como un padre, temeroso de dejar solo a un niño enfermo. El suelo era duro, y mis articulaciones protestaron al despertarme. La luz del alba se colaba en el piso, como un heraldo anunciando algo nuevo. Me levanté para seguir con mi tarea sin haberme refrescado pero, por lo menos, un poco menos grogui. Miré un momento alrededor para convencerme de que estaba solo. Sabía que el ángel no estaba lejos. No se había ido. No era su estilo. Tampoco se había vuelto a esconder tras mi hombro. Tenía los nervios de punta, a pesar de las horas de sueño. Él estaba cerca, observando, esperando. En algún sitio próximo. Pero la habitación estaba vacía, por lo menos de momento. Los únicos ecos eran los míos.
Tenía que ser muy cuidadoso. En el Hospital Estatal Western habíamos sido tres quienes lo habíamos enfrentado. Y, aun así, había sido una lucha igualada. Ahora, solo en mi casa, temía no ser capaz de vencerlo. Me volví hacia la pared. Recordé una pregunta que hice a Peter y también su respuesta: «El trabajo policial consiste en un examen constante y cuidadoso de los hechos. El pensamiento creativo está bien, pero sólo ciñéndose a los detalles conocidos.» Reí en voz alta. Esta vez la ironía pudo más que yo y solté: «Pero no fue eso lo que funcionó, ¿verdad?» Quizás en el mundo real, sobre todo hoy, con las pruebas de ADN, los microscopios electrónicos y las actuales técnicas forenses, la tecnología y las capacidades modernas, no habría sido tan difícil. Puede que en absoluto. Pon las sustancias adecuadas en un tubo de ensayo, un poco de esto y un poco de aquello, pásalo por un cronómetro de gas, aplícale algo de tecnología espacial, obtén una lectura informática y tendrás a tu hombre. Pero por aquel entonces, en el Hospital Estatal Western, no teníamos ninguna de estas cosas.
13 jun 2014
Evolución El Mayor Espectáculo Sobre la Tierra / Richard Dawkins
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Los negadores de la historia están entre aquellos a los que me dirijo en este libro. Pero, y quizá esto sea más importante, aspiro a llegar a aquellos que, sin ser negadores de la historia, conocen a alguno, incluso miembros de su propia familia o de su Iglesia, y no se encuentran suficientemente preparados para argumentar el caso.
La evolución es un hecho. Más allá de una duda razonable, más allá de una duda seria, más allá de una duda sana, informada, inteligente, más allá de cualquier duda, la evolución es un hecho. La evidencia a favor de la evolución es al menos tan fuerte como la evidencia a favor del holocausto, aun incluyendo a los testigos directos del holocausto. Es la pura verdad que somos primos de los chimpancés, primos algo más lejanos de los monos, primos más lejanos todavía de los oricteropos y los manatíes, aún más distantes primos de los plátanos y los nabos…, pueden continuar la lista tanto como desee. Esto no tendría por qué ser cierto. No es cierto de forma autoevidente, tautológica ni obvia. No tendría por qué ser cierto, pero lo es. Sabemos que es así porque una cantidad creciente de pruebas lo sustenta. La evolución es un hecho y esta obra lo demostrará. Ningún científico reputado lo discute y ningún lector objetivo lo dudará cuando cierre el libro.
20 abr 2014
LA PUERTA DE LOS TRES CERROJOS/ Sonia Fernández-Vidal
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—Y, ¿qué sucede cuando te acercas a la Velocidad de la luz?
—se aventuró a preguntar Niko.
—La luz viaja a unos 300.000 kilómetros por segundo. Pero aunque sea un bólido, la luz tarda un tiempo en llegar hasta nuestros ojos. La luz que llega del Sol, por ejemplo, tarda unos ocho minutos en recorrer los 150 millones de kilómetros que hay hasta la Tierra. De modo que si miramos al astro rey con unas gafas de sol especiales, lo que vemos es la imagen de esa bola gigantesca de hace ocho minutos. Si un mago cósmico lo hiciese desaparecer ahora mismo, lo seguiríamos viendo durante esos ocho minutos.
Si eso sucede con el Sol, que es la estrella más cercana, imagina lo que sucede con la luz que ha salido hace millones de años de galaxias lejanas. Muchas de las estrellas que vemos por la noche ya no existen.
Niko asintió con la cabeza. Nunca lo había pensado de ese modo. Había leído que las estrellas del firmamento estaban a distancias enormes. Distancias tan grandes que no se medían en metros o kilómetros sino en años luz: el espacio que recorrería un haz de luz en ¡todo un año!
Eldwen retomó la explicación:
—Imagina que en un planeta a 519 años luz de distancia hubiese un astrónomo con un telescopio tan potente que pudiera ver con detalle lo que sucede en la Tierra. Si apuntara hacia América, ahora mismo vería llegar a Colón con sus carabelas. No vería a los humanos de ahora, sino a los de 1492.
—Ahora que lo pienso, lo que decís tiene sentido. Sin embargo, ¿qué tiene que ver la velocidad de la luz con lo que les ocurre a estos relojes relativistas? —les preguntó Niko
19 mar 2014
CAIN / José Saramago
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Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín; por la fe, Dios mismo, al recibir sus dones, lo acreditó como justo; por ella sigue hablando despues de muerto.
Hebreos, 11, 4
LIBRO DE LOS DISPARATES
1
Cuando el señor, también conocido como dios, se dio cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que se mostraba a la vista, no les salía ni una palabra de la boca ni emitían un simple sonido, por primario que fuera, no tuvo otro remedio que irritarse consigo mismo, ya que no había nadie más en el jardín del edén a quien responsabilizar de la gravísima falta, mientras que los otros animales, producto todos ellos, así como los dos humanos, del hágase divino, unos a través de mugidos y rugidos, otros con gruñidos, graznidos, silbos y cacareos, disfrutaban ya de voz propia. En un acceso de ira, sorprendente en quien todo lo podría solucionar con otro rápido fíat, corrió hacia la pareja y, a uno y luego al otro, sin contemplaciones, sin medias tintas, les metió la lengua garganta adentro. En los escritos en los que, a lo largo de los tiempos, se han ido consignando de forma más o menos fortuita los acontecimientos de esas remotas épocas, tanto los de posible certificación canónica futura como los que eran fruto de imaginaciones apócrifas e irremediablemente heréticas, no se aclara la duda de a qué lengua se refería, si al músculo flexible y húmedo que se mueve y remueve en la cavidad bucal y a veces fuera, o al habla, también llamado idioma, del que el señor lamentablemente se había olvidado y que ignoramos cuál era, dado que no quedó el menor vestigio, ni tan siquiera un corazón grabado en la corteza de un árbol con una leyenda sentimental, algo tipo te amo, eva.
Como una cosa, en principio, no va sin la otra, es probable que otro objetivo del violento empellón que el señor les dio a las mudas lenguas de sus retoños fuese ponerlas en contacto con las interioridades más profundas del ser corporal, las llamadas incomodidades del ser, para que, en el porvenir, y con algún conocimiento de causa, se pudiera hablar de su oscura y laberíntica confusión, a cuya ventana, la boca, ya comenzaban a asomar. Todo puede ser. Como es lógico, por escrúpulos de buen artífice que sólo le favorecían, además de compensar con la debida humildad la anterior negligencia, el señor quiso comprobar que su error había sido corregido, y así le preguntó a adán, Tú, cómo te llamas, y el hombre respondió, Soy adán, tu primogénito, señor. Después, el creador se dirigió a la mujer, Y tú, cómo te llamas tú, Soy eva, señor, la primera dama, respondió ella innecesariamente, dado que no había otra. El señor se dio por satisfecho, se despidió con un paternal Hasta luego, y se fue a su vida. Entonces, por primera vez adán le dijo a eva, Vámonos a la cama.
19 feb 2014
Proceso a Jesús / José María Ribas Alba
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¿Fueron justos los procesos que soportó Jesús? ¿Fue legítima la intervención judicial de las autoridades judías y del prefecto romano Poncio Pilato? Según la ley y el derecho de la época " a Jesucristo no lo crucificaron los judíos ni los romanos, sino la Ley y el Derecho". Los procesos a Jesús deben ser considerados acordes con las normas y la mentalidad de la época. El predicaba un mensaje que representaba una heterodoxia radical.
Los acontecimientos políticos, religiosos y jurídicos materializaron el rechazo de la sociedad de su tiempo al nuevo Mesías y las claves fundamentales por las que se le procesó, fueron determinadas por la situación política de Palestina y el roce obligado entre la radicalidad de su doctrina y las autoridades judías, representantes de un régimen teocrático. Su mensaje termino chocando también con la autoridad romana provincial, dado que la ideología imperial reservaba al propio emperador el monopolio universal de la mediación entre los hombres y los dioses. La filiación divina de Jesús suponía un socavamiento de la autoridad del emperador.
El delito de blasfemia judío y el de lesa majestad romano tienen muchos puntos de contacto: en ambos casos se trata de delitos político-religiosos y no cabe hablar, por tanto, de un proceso religioso, el judío, y de otro político, el romano. En el proceso existieron trámites procesales anteriores al momento de la detención en Getsemaní y, en todo caso, "el final terrenal de Jesús fue el resultado de un verdadero proceso según el derecho penal y procesal de la época".
22 ene 2014
El hèroe discreto / Mario Vargas Llosa
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—Exijo una explicación- repitió Felícito, atorándose-: ¿Cómo sabían los bandidos que yo vine a la comisaria a denunciar ese anónimo?
—De muchas maneras, señor Yanaqué —encogió los hombros el capitán Silva,
mirándolo con lástima—.
Porque lo siguieron hasta aquí, por ejemplo. Porque lo conocen y saben
que no es usted hombre que se deje chantajear y va y denuncia los chantajes a la policía. O
porque se lo dijo a alguien a quien usted contó que había puesto una denuncia.
O porque, de repente, nosotros somos los autores de esos anónimos, los
miserables que queremos extorsionarlo.
¿Se le ha ocurrido, no? Será por eso que anda usted de tan mal humor,
che guá, como dicen sus paisanos.
Felicito se contuvo las ganas de responderle que sí.
En este momento sentía más cólera contra los dos policías que contra los
autores de las cartas de la arañita.
—¿La encontró colgada siempre en la puerta de su casa?
Le ardía la cara mientras respondía, disimulando su turbación:
—La colgaron en la puerta de la casa de una persona que visito.
Lituma y el capitán Silva cambiaron una miradita.
—Quiere decir que conocen su vida a fondo, entonces, señor Yanaqué
—comentó con lentitud maliciosa el capitán Silva—. Estos pendejos saben incluso
a quién visita. Han hecho un buen trabajo de inteligencia, por lo visto. De ahí
podemos deducir ya que son profesionales, no amateurs.
—¿Y ahora qué va a pasar? —-dijo el transportista.
A la rabia de un momento atrás,
había reemplazado un sentimiento de tristeza e impotencia. Era injusto, era
cruel lo que le estaba pasando. ¿De qué y por qué lo castigaban allá arriba?
¿Qué mal había hecho, Dios santo?
—Ahora tratarán de darle un susto, para ablandarlo—afirmó el capitán,
como sí hablara de lo tibia que estaba la noche—. Para hacerle creer que son
poderosos e intocables. -juacaté, ahí cometerán su primer error. Entonces,
empezaremos a seguirles la pista. Paciencia, señor Yanaqué. Aunque usted no se lo crea, las cosas van por buen camino.
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