10 jun 2013

Fe, rito y superstición


JEAN-FRANCOIS - La piedad ritual, que tildamos de «beatería» -el agua bendita, el rosario, los ramos, la creencia en todo tipo de Indulgencias, en la eficacia de los sacramentos o de ciertas oraciones, en el hecho de encender velas-, y que está presente en la mayoría de las religiones, contrasta con la actitud depurada que se atribuye al budismo. Ésta parece ser una de las razones por la que los intelectuales, entre otros, pueden sentirse atraídos por esta sabiduría, a la vez que manifiestan su rechazo ante ciertos aspectos de las religiones establecidas que les parecen demasiado teatrales, formalistas o irracionales. Ahora bien, se trata a mi parecer de una Imagen idealizada del budismo que uno puede tener cuando lo observa de lejos, cuando conoce la doctrina sin haber asistido a su práctica cotidiana. Pero cuando uno viaja a los países budistas y entra en los monasterios se da cuenta del extraordinario florecimiento de prácticas, cánticos, procesiones y prosternaciones que, para un agnóstico como yo, parecen provenir de los mismos tipos de superstición o ritual obsesivo presentes en la ortodoxia, el catolicismo, el islam o el judaísmo. Yo diría incluso que, tal como se desarrollan ante nuestros ojos en pleno siglo xx, algunas prácticas parecen más próximas al catolicismo medieval que al catolicismo actual. ¿No sería éste un aspecto un tanto irracional, un poco exterior y mecánicamente ritualista de las prácticas budistas que ha podido injertarse en la sabiduría de Buda a lo largo de los milenios?

MATTHIEU - Ante todo diré que en el budismo, como en todas las tradiciones espirituales y religiosas, hay que distinguir entre superstición y rito. La fe se convierte en superstición cuando se opone a la razón y se separa de la comprensión del sentido profundo del rito. El rito tiene un sentido (la palabra latina ritus quiere decir, además, «acción correcta»). Invita a una reflexión, una contemplación, una oración o una meditación. El sentido de las palabras que se pronuncian en los cánticos es siempre un llamamiento a la contemplación. Esto es particularmente cierto en el caso del budismo tibetano. Cuando nos volvemos hacia el contenido mismo del rito, hacia los textos que son recitados, encontramos, como si fuera una guía, los distintos elementos de la meditación budista: la vacuidad, el amor y la compasión. Un rito es una práctica espiritual realizada en el marco inspirador de un monasterio en una atmósfera de serenidad reforzada por la música sacra, que no aspira a exacerbar las emociones, sino más bien a calmarlas y a favorecer el recogimiento. Esta música se concibe como una ofrenda y no como una expresión artística. Algunos ritos se prolongan sin interrupción, día y noche, durante más de una semana. Su objetivo es conseguir que los participantes se entreguen en común a un periodo de práctica intensa. Al meditar sobre un mandala se enfatizan las técnicas de concentración y se convoca un simbolismo muy rico.

]. F - ¿Podrías definir con precisión el mandala? Sólo tengo una idea muy vaga de lo que es.

M. - Un mandala es una representación simbólica del universo y de los seres bajo la forma de un lugar perfecto y de las deidades que residen en él. Las «deidades» de los mandalas no son dioses, pues, como ya he explicado, el budismo no es ni un politeísmo ni un monoteísmo. Son arquetipos, aspectos de la naturaleza de buda. La meditación sobre el mandala es una preparación hacia lo que se llama «la clara visión», es decir, la percepción de la naturaleza de buda presente en todos los seres. Estas técnicas de visualización permiten transformar nuestra percepción ordinaria del mundo -una mezcla de puro e impuro, de bien y de mal- en la toma de conciencia de la perfección fundamental del mundo fenoménico. Al visualizamos a nosotros mismos, así como a los seres que nos rodean, bajo la forma de estos arquetipos perfectos que son las «deidades» del panteón tibetano, nos acostumbramos a la idea de que la naturaleza de buda está presente en cada ser. Dejamos, por lo tanto, de discriminar entre las modalidades exteriores de los seres, feos o bellos, amigos o enemigos. En pocas palabras, estas técnicas son medios hábiles para reencontrar la perfección inherente a nosotros mismos y a cada ser. Por último, conviene decir asimismo que para los maestros tibetanos los ritos sólo tienen una importancia relativa, y los eremitas que se consagran a la meditación abandonan cualquier forma de rito. Algunos, como el gran yogui Milarepa, llegaron incluso a denigrar abiertamente el uso de las ceremonias y los ritos. La variedad de las técnicas espirituales responde así a la variedad de los discípulos y depende de niveles diferentes de práctica espiritual


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