18 may 2012
POLITICA DEL REBELDE: TRATADO DE RESISTENCIA E INSUMISION / MICHEL ONFRAY
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lcrhca
Robert Antelme, en L’Espéce Humaine, escribe: “Pueden matar a un hombre, pero no pueden transformarlo en otra cosa”. Ante la naturaleza y ante la muerte, sostiene, no hay diferencia sustancial. La esencia es la existencia, y viceversa. Ninguna precede a la otra, están fusionadas, como el cuerpo y su sombra.
Lo esencial es el individuo, lo que hace a la irreductibilidad de un ser es su individualidad. El individuo es quien sufre, padece, tiene hambre y frío, habrá de morir o saldrá adelante, es él, en su cuerpo, y por lo tanto en su alma, que recibe los golpes, siente el avance de los parásitos, así como la debilidad, la muerte o el horror. Todo nuevo rostro que se dibuja en la arena después de la muerte del hombre pasa por esa voluntad deliberada de realización del individuo, y nada más.
Después de que Foucault dio las fechas de nacimiento, podría formularse la hipótesis de una fecha de defunción, para esculpir y materializar en una lápida los extremos entre los cuales desarrolló su enseñanza.
Siempre me molestó que, en ese registro, las mujeres fueran hombres –por ellas, si me lo permiten-. Pues los campos han demostrado, más allá de las variaciones semánticas y de las diversidades, que la individualidad es lo que tienen en común los seres humanos
Del sujeto podemos decir, que desgraciadamente es siempre de algo o de alguien. De modo tal que siempre encontramos un sujeto menos sujeto que otro, en la medida en que, apoyado sobre el principio en cuestión, uno se siente incesantemente autorizado para someter a otro: el juez, el político, el docente, el prelado, el moralista, el ideólogo, todos aman tanto a los sujetos sometidos que temen o detestan al individuo, insumiso.
La persona tampoco me agrada. Aquí también la etimología, etrusca en este caso, recuerda que la palabra proviene de la máscara utilizada en la escena. El campo de concentración olvidó al hombre, celebró al sujeto, tornó improbable a la persona y puso de manifiesto al individuo. La figura del individuo remite a la indivisibilidad, a la irreductibilidad. Es lo que queda cuando se despoja al ser de todos sus oropeles sociales.
La certeza del individuo, su naturaleza primera, atómica, obliga a deducir y a pronunciarse por el solipsismo. Sin hacer concesiones a las extravagancias metafísicas y excesivas de un Berkeley, se puede adelantar la idea de un solipsismo -solus ipse- en virtud de lo cual cada individualidad está condenada a vivir su única vida, y sólo su vida, a sentir, experimentar, tanto lo positivo como lo negativo, solamente para sí y por sí.
Toda política, tradicionalmente, propone un arte para someter al individuo y hacer de él un sujeto por medio de las desventajas y ventajas que concede una persona.
Política del rebelde. Tratado de la resistencia y la
insumisión [fragmento]
(Michel Onfray)
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