29 ene 2012

La Historia de Los Judíos/A History of The Jews





Epilogo
En su obra Antigüedades Judías Josefo describe a Abraham como "un hombre muy sagaz" que tenía "unas ideas sobre la virtud superior a las de otros de sus contemporáneos". Por consiguiente, "decidió modificar completamente las opiniones que todos ellos tenían acerca de Dios". Un modo de resumir cuatro mil años de historia judía consiste en preguntarnos cuál habría sido la suerte de la raza humana si Abraham no hubiese sido un hombre muy sagaz, o si hubiese permanecido en Ur y reservado para sí mismo sus ideas superiores, y no hubiese existido un pueblo específicamente judío. Ciertamente, sin los judíos el mundo habría sido un lugar radicalmente distinto. La humanidad tarde o temprano pudo haber llegado a descubrir todas las ideas judías. Pero no podemos tener la certeza de que hubiera sido así. Todos los grandes descubrimientos conceptuales del intelecto parecen obvios e inevitables una vez revelados, pero se necesita un genio especial para formularlos la primera vez. Los judíos tenían este don. Les debemos la idea de la igualdad ante la ley, tanto divina como humana; de la santidad de la vida y la dignidad de la persona humana; de la conciencia individual y. por lo tanto, de la redención personal; de la conciencia colectiva y, por lo tanto, de la responsabilidad social; de la paz como ideal abstracto y del amor como fundamento de la justicia, así como muchos otros aspectos que constituyen la dotación moral básica de la mente humana. Sin los judíos, ésta habría podido ser un lugar mucho más vacío. Sobre todo, los judíos nos enseñaron el modo de racionalizar lo desconocido. El resultado fue el monoteísmo y las tres grandes religiones que lo profesan. Casi sobrepasa nuestra capacidad imaginar cuál habría sido el destino del mundo si ellos nunca hubiesen existido. Tampoco puede decirse que la penetración intelectual en lo desconocido se detiene en la idea de un Dios. En efecto, el propio monoteísmo puede interpretarse como un hito en el camino que conduce a la gente a prescindir por completo de Dios. Los judíos, primero, racionalizaron el panteón de ídolos y lo convirtieron en un Ser Supremo; después, iniciaron el proceso de suprimir a Dios racionalizándolo. En la perspectiva final de la historia, Abraham y Moisés pueden llegar a parecer menos importantes que Spinoza. Pues el influjo de los judíos sobre la humanidad ha sido proteico. En la antigüedad fueron los grandes innovadores de la religión y la moral. En la Era del Oscurantismo y la Alta Edad Media europea eran todavía un pueblo avanzado que transmitía el conocimiento y la tecnología escasos. Gradualmente fueron apartados de la vanguardia y se rezagaron, hasta que a fines del siglo XVIII se los veía como una retaguardia harapienta y oscurantista en la marcha de la humanidad civilizada. Pero entonces sobrevino una asombrosa y segunda explosión de capacidad creadora. Salieron de sus guetos, y de nuevo transformaron el pensamiento humano, esta vez en la esfera secular. Gran parte de la dotación mental del mundo moderno pertenece también a los judíos. Los judíos no fueron sólo innovadores. También fueron ejemplos y paradigmas de la condición humana. Parecía que presentaban todos los dilemas inexorables del hombre de un modo acentuado y más claro. Fueron los "forasteros y viajeros" por antonomasia. Pero, ¿no compartimos todo; esa condición en este planeta, donde a cada uno se nos concede apenas una estancia de setenta años? Los judíos han sido el emblema de la humanidad desarraigada y vulnerable. Pero, ¿acaso la tierra entera es algo más que un lugar de tránsito provisional? Los judíos han sido fieros idealistas que buscaron la perfección, y al mismo tiempo hombres y mujeres frágiles que ansiaban la abundancia y la seguridad. Querían obedecer la ley imposible de Dios, y también ansiaban conservar la vida. Ahí está el dilema de las comunidades judías de la antigüedad, que trataban de combinar la excelencia moral de una teocracia con las exigencias prácticas de un estado capaz de defenderse. El dilema se ha repetido en nuestro propio tiempo en la forma de Israel, fundado para realizar un ideal humanitario, y que ha descubierto en la práctica que necesita mostrarse implacable si quiere sobrevivir en un mundo hostil. Pero, ¿acaso este no es un problema recurrente que afecta a todas las sociedades humanas? Todos queremos construir Jerusalén, Todos retrocedemos hacia las Ciudades de la Llanura, Parece que el papel de los judíos es concentrar y dramatizar estas experiencias comunes de la humanidad, y convertir su destino particular en una moral universal. Pero, si los judíos asumen este papel, ¿quién se lo asignó? Los historiadores deben evitar la búsqueda de esquemas providenciales en los hechos. Es demasiado fácil encontrarlos, pues somos criaturas crédulas, nacidas para creer y dotadas de una imaginación poderosa que fácilmente reúne y reorganiza los datos para adaptarlos a un plan trascendente cualquiera. Sin embargo, el escepticismo excesivo puede originar una deformación tan grave como la credulidad. El historiador debe tener en cuenta todas las formas de la prueba, incluso las que son o parecen ser metafísicas. Sí los primitivos judíos fueran capaces de analizar, con nosotros, la historia de su progenie, no hallarían en ella nada sorprendente. Siempre supieron que la sociedad judía estaba destinada a ser el proyecto piloto de toda la raza humana. Que los dilemas, los dramas y las catástrofes judíos fueran ejemplares, de proporciones mayores que las naturales, a ellos les parecía muy natural. En el curso de los milenios, que los judíos provocasen un odio sin igual, incluso inexplicable, era lamentable pero de esperar. Sobre todo, que los judíos sobreviviesen, cuando todos los restantes pueblos antiguos se habían transformado o desaparecido en los entresijos de la historia, era completamente previsible. ¿Cómo podía ser de otro modo? La providencia lo decretaba, y los judíos obedecían. El historiador puede decir: no hay nada a lo que pueda denominarse providencia. Quizá no. Pero la confianza humana en esa dinámica histórica, si es intensa y lo bastante tenaz, constituye en sí misma una fuerza, que presiona sobre el curso de los hechos y los impulsa. Los judíos han creído que eran un pueblo especial, y lo han creído con tanta unanimidad y tal pasión, y durante un período tan prolongado, que han llegado a ser precisamente eso. En efecto, han tenido un papel porque lo crearon para ellos mismos. Quizás ahí está la clave de su historia.




Epilogue
In his Antiquities of the Jews, Josephus describes Abraham as ‘a man of great sagacity’ who had ‘higher notions of virtue than others of his time’. He therefore ‘determined to change completely the views which all then had about God’. One way of summing up 4,000 years of Jewish history is to ask ourselves what would have happened to the human race if Abraham had not been a man of great sagacity, or if he had stayed in Ur and kept his higher notions to himself, and no specific Jewish people had come into being. Certainly the world without the Jews would have been a radically different place. Humanity might eventually have stumbled upon all the Jewish insights. But we cannot be sure. All the great conceptual discoveries of the intellect seem obvious and inescapable once they have been revealed, but it requires a special genius to formulate them for the first time. The Jews had this gift. To them we owe the idea of equality before the law, both divine and human; of the sanctity of life and the dignity of the human person; of the individual conscience and so of personal redemption; of the collective conscience and so of social responsibility; of peace as an abstract ideal and love as the foundation of justice, and many other items which constitute the basic moral furniture of the human mind. Without the Jews it might have been a much emptier place. Above all, the Jews taught us how to rationalize the unknown. The result was monotheism and the three great religions which profess it. It is almost beyond our capacity to imagine how the world would have fared if they had never emerged. Nor did the intellectual penetration of the unknown stop at the idea of one God. Indeed monotheism itself can be seen as a milestone on the road which leads people to dispense with God altogether. The Jews first rationalized the pantheon of idols into one Supreme Being; then began the process of rationalizing Him out of existence. In the ultimate perspective of history, Abraham and Moses may come to seem less important than Spinoza. For the Jewish impact on humanity has been protean. In antiquity they were the great innovators in religion and morals. In the Dark Ages and early medieval Europe they were still an advanced people transmitting scarce knowledge and technology. Gradually they were pushed from the van and fell behind until, by the end of the eighteenth century, they were seen as a bedraggled and obscurantist rearguard in the march of civilized humanity. But then came an astonishing second burst of creativity. Breaking out of their ghettos, they once more transformed human thinking, this time in the secular sphere. Much of the mental furniture of the modern world too is of Jewish fabrication. The Jews were not just innovators. They were also exemplars and epitomizers of the human condition. They seemed to present all the inescapable dilemmas of man in a heightened and clarified from. They were the quintessential ‘strangers and sojourners’. But are we not all such on this planet, of which we each possess a mere leasehold of threescore and ten? The Jews were the emblem of homeless and vulnerable humanity. But is not the whole earth no more than a temporary transit-camp? The Jews were fierce idealists striving for perfection, and at the same time fragile men and women yearning for flesh-pots and safety. They wanted to obey God’s impossible law, and they wanted to stay alive too. There in lay the dilemma of the Jewish commonwealths in antiquity, trying to combine the moral excellence of a theocracy with the practical demands of a state capable of defending itself. The dilema has been recreated in our own time in the shape of Israel, founded to realize a humanitarian ideal, discovering in practice that it must be ruthless simply to survive in a hostile world. But is not this a recurrent problem which affects all human societies? We all want to build Jerusalem. We all drift back towards the Cities of the Plain. It seems to be the role of the Jews to focus and dramatize these common experiencia of mankind, and to turn their particular fate into a universal moral. But if the Jews have this role, who wrote it for them? Historians should beware of seeking providential patterns in events. They are all too easily found, for we are credulous creatures, born to believe, and equipped with powerful imaginations which readily produce and rearrange data to suit any transcendental scheme. Yet excessive scepticism can produce as serious a distortion as credulity. The historian should take into account all forms of evidence, including those which are or appear to be metaphysical. If the earliest Jews were able to survey, with us, the history of their progeny, they would find nothing surprising in it. They always knew that Jewish society was appointed to be a pilot-project for the entire human race. That Jewish dilemmas, dramas and catastrophes should be exemplary, larger than life, would seem only natural to them. That Jews should over the millennia attract such unparalleled, indeed inexplicable, hatred would be regrettable but only to be expected. Above all, that the Jews should still survive, when all those other ancient people were transmuted or vanished into the oubliettes of history, was wholly predictable. How could it be otherwise? Providence decreed it and the Jews obeyed. The historian may say: there is no such thing as providence. Possibly not. But human confidence in such an historical dynamic, if it is strong and tenacious enough is a force in itself, which pushes on the hinge of events and moves them. The Jews believed they were a special people with such unanimity and passion, and over so long a span, that they became one. They did indeed have a role because they wrote it for themselves. There in, perhaps, lies the key to their story.

Paul Johnson

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